Muchos rezos después, el esclavo Juan Moreno la recordaría como “... una cosa blanca sobre la espuma del agua”. Ella ya estaba en su sitio tras su desembarco de expedicionaria de tabla en las olas, su llegada de virgen del surf, su arribo de santa impermeable... Ella, en lo alto de la tierra y de la gente tras sus reiteradas señales de preferencia por las lomas y sus dotes para conducir de otra manera a un pueblo indómito y complicado.
Los veteranos mambises, que engañados habían guardado sus machetes, se armaron del filo de la palabra para pedir a Benedicto XV algo para ella: la condición de Patrona de Cuba que, una vez concedida, a estos patriotas llenos de cicatrices les pareció el nombramiento de la Mayor General Cachita para mandar en la epopeya de la paz.
Ahora anda de peregrina, buscando en nueva expedición llegar a los 400 años de aquel desembarco en la costa y en los pechos. Ahora son más que tres Juanes los que le ven arribar a cada pueblo y aun los que no creemos tenemos que venerar a esta cubana celeste que, sobre la espuma del alma, pone proa a la encrespada travesía de nuestra unidad.