A sus cinco años, Maura es una niña en extremo perspicaz que
a menudo lidera los grupos y hasta logra dominar a muchachos mayores, pero no
se le puede pedir que lo deduzca todo.
Hace un par de días, se sentó a una mesita de la escuela, dispuesta a almorzar. Amorosamente, le sirvieron espaguetis, uno de sus platos preferidos.
En cambio, algo andaba mal: pasado mucho tiempo, ella estaba sola en el comedor, inmóvil, sin haber tocado los cubiertos.
—Maura, ¿qué pasa que no has comido nada?, -preguntó la maestra.
—Nada, estoy esperando el queso y el jamón.