jueves, 7 de octubre de 2010

A mano “almada”

La maestra de mi hijo dice gustar de mis “artículos”. Lo afirma y lo firma con ojos buenos, gastados no tanto de escalar periódicos como de navegar por las corrientes del aula capitaneando a estos muchachos infinitos, rebeldes sin pausa, que curso por curso, que clase por clase, que timbre por timbre se le amotinan cambiándole las letras de lugar. 

Y a sólo unos pasos de mi Daniel yo le falto y aclaro, yo me hago el malo del grupo y corrijo sin piedad a esta señora que cocina lecciones con manos de abuela: ¡no sabe nada de nada, no tiene ni mera idea, ni siquiera pudiera sumar, en esa pizarra que escribe la esperanza, cuántos maestros de dulce sabiduría como usted hay debajo, encima, adentro y afuera de cada una de las letras con alma que me dejaron robarles! 

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