martes, 24 de mayo de 2011

Descanso

Dicen que era muy alto. Yo apenas pude comprobarlo, porque le conocí en una cama. Le conocí en la cama de morirse, aquella de la que nunca se levantaría y que, por obra y gracia de un cáncer, le convertía en uno de los pocos adultos que quedaban a mi altura.
 
Mi abuelo Ceciliano era negro y delgado. Yo, que lo vi tan poco y tan niño, siempre me hice la idea de que su color era consecuencia de las altas temperaturas que soportaba en el central azucarero donde trabajó por infinitas zafras, y que su peso era la consecuencia de que nunca reposaba.
 
Sin embargo su mayor producción de azúcar la conseguía en casa: era un hombre dulce, tal vez el primero que me enseñó con su ejemplo que quien habla bajo casi siempre tiene la razón. Y su peso era el suyo, porque sí, ¿por qué no?. Aunque por sobre las nubes sigue sudando zafras, mi abuelo negro hace un uso callado, muy suyo, de su pleno derecho a descansar. 

viernes, 20 de mayo de 2011

Cinco cuadros de Da Vincis

En Miami les llaman los espías, en La Habana los nombramos los Héroes, en el mundo les dicen Los Cinco. Su caso es largo y complicado porque es un caso lleno de cosas colaterales: mucha espina, mucho humo y algazara para escondernos la flor.

Ellos, que nadie duda están entre dos fuegos con brazas de política, sencillamente trataron de parar bombas que irían a caer, por “pura” gravedad, con toda gravedad, cerca de su gente, en esta Cuba altiva y cerrera que se resiste a caer.

Parecen prisioneros de otra época porque viven la paradoja de estar encarcelados por prevenir un terrorismo que quienes los condenan dicen combatir.

Tras sus hierros han sufrido de todo: perdido a la madre, al abogado amigo, el sexo y el calor. El sol mismo, que se supone sale siempre para todos, a cada rato les dedica un personal eclipse. Y en otra condena condenable, alguno está perdiendo las opciones matemáticas de darle al mundo un hijo que un día escriba la historia de su padre. Es la esterilidad forzosa, el genético apartheid.

Sus vecinos de celdas se han asombrado: estos cubanos que dicen Buenos días y se hacen respetar son pintores, dibujantes, aviadores, poetas, ingenieros, economistas, grandes pensadores... casi Da Vincis tropicales pero con más: con un toque jodedor que el gran florentino jamás supo tener.

What the hell are they here...? se preguntará en inglés de frontera alguno de los muchos latinos segregados que abundan en las cárceles que el amo del mundo construye para nosotros, con muchísimo amor.

Se llaman Fernando, Ramón, René, Gerardo y Antonio. Aunque pocos las sepan en el mundo, sus historias son conmovedoras. Todas ellas. Pero acaso sacuden más los detalles íntimos de Tony, el preso sensible que, pese a tener en el pecho un arsenal de versos listo a estallar, es el único de Los Cinco al que del otro lado de la celda no lo espera una mujer.

jueves, 19 de mayo de 2011

Casting

En Cuba mantiene rotunda actualidad un chiste tan serio y tan viejo que ya no da risa: “Si quieres viandas, pon el noticiero y abre la jaba”. No nos deja muy bien parados a los periodistas, ni es lo que se dice un elogio a los campesinos, pero algo de cierto tendrá cuando ese jurado imparcial e implacable que es el pueblo lo sostiene en su top ten de chanzas cotidianas. Sin embargo nadie repara en la tercera culpa de esta historia: esa debilidad raigal que, desde niñas, tienen las viandas por la tele.

lunes, 16 de mayo de 2011

Ofrenda

Mi abuela Cacha tenía tamaño de nieta. Era una especie de Almendrita con heredada piel aceitunada porque en otro siglo sus abuelos habían mezclado pigmentos en un ejercicio erótico muy difícil de rastrear. Para completar su personaje, hablaba muy bajo y jamás usaba sustantivos de alto calibre.

La veíamos una vez al año, cuando decidía venir a visitarnos. Nunca nos regalaba nada, pero a cada momento nos susurraba un ¡Que Dios te bendiga! que hasta a nosotros, que no creíamos en Él, nos sabía a pura bendición.

Su extremísima humildad sólo se quebraba alrededor de su cuello, donde llevaba una cadena de oro rematada en un medallón con la Virgen de la Caridad del Cobre, tocaya suya con quien siempre creí tuvo mayor parentesco: ambas mulatas, cubanas, sensibles y dispuestas a auxiliar.

Y así como a La Virgen le abundan en su santuario las ofrendas, a mi abuela le abundó, en la familia, la confianza de sus nietos, que le regalábamos trascendentales secretos de muchachos porque (pese a que muy rápidamente rebasábamos su estatura) en seguida entendimos su grandeza.   

jueves, 12 de mayo de 2011

Terapia

Agotados los costales, poco antes de las seis, terminaba su terapia: como cada vez que recordaba cierta anécdota, Guillermo Junior le había caído a manzanazos a la flecha que su padre tenía en la cabeza.