Yo, que en otro momento hice un largo doctorado de intemperies, entiendo como pocos la alegría de Leo y de Daicar, que por primera vez abrieron una puerta que es su puerta con una llave que nadie les prestó. Ya tienen una casa que por su entrada mira al sol y alienta por su patio los anocheceres.
Tiempo al tiempo: muy pronto aparecerán por aquí y por allá esas trazas chapuceras que los constructores cubanos, tan cariñosos como son, dejan a propósito para que los inquilinos, entre tanta felicidad, no los vayan a olvidar. Entonces seguramente Leandro mencionará hasta a las dulces abuelitas de aquellos albañiles, pero entre recuerdo y recuerdo la vida seguirá en ese castillo de cuatro paredes.
Y tal vez una noche fría de un invierno como este, ella y él se excedan en cariños hasta el punto de agregar (en un hermanito) la mitad de tamaño que le falta a su Claudia. Entonces, quizás, algún día escribiré: Tres amigos están tan contentos...
Gracias, mi amor, tú genial como siempre... y como siempre pendiente de nuestras nuevas buenas y de nuestras malas para darnos la mano y el corazón. Cuando yo tenga mi blog, ya había planeado publicar ¡Yo, Claudia!, ese regalo maravilloso que nos diste cuando nació Lulú; ahora tendré que agregarle Una casa, que nos ha dando tanta alegría como el techo y las paredes.
ResponderEliminarAh!, se me olvidaba, ya sabes que serás el primero en saber si nos excedimos en cariños una noche cualquiera, y prepárate, que ya sabes cómo es ser tío de un fruto nuestro.
ResponderEliminarBueno, me hace feliz que te agrade este pequeño "mueble" que les regalé y mucho más que ya sepas dónde colocarlo.
ResponderEliminarYo más que la casa archi-soñada y mucho más merecida, lo que le envidio sanamente al casi trío es ese pedazo de amigo que es Milanés. Gracias Mila por regalarnos tu talento cada día.
ResponderEliminarPor fin te decidiste a visitarme. Repite. Puedes venir sin elogio: no se cobra la entrada.
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