Siempre es clara la paz de los cementerios |
Ya no está la costumbre; murió hace tiempo, o la matamos de un cortocircuito, y se fue a oscuras de ese pueblo en el que las noches parecen más nocturnas de la cuenta. Los muertos de ahora son muertos ahorradores que quieren irse en paz con sus parientes: “Imaginen —dice algún vivo perspicaz—, si cada difunto arrastrara a la tumba tres kilowatts de paseo, sus dolientes tendrían en la tarde otros motivos de luto”.
Es el ahorro. Ahorramos hasta la vida para que nos dure más. En mi mente no: allí derrocho cuanto quiero. Allí recuerdo los adioses claros a los viejos de mi tierra y sueño, de vez en cuando, que en algún hogar del sur quede un destello para el día que yo parta.
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