viernes, 2 de agosto de 2013

La agente especial


Dicen que una vez que cuatro soldados bajaban a tierra sus más de 300 libras, al general William Rufus Shafter tenían que moverlo de punto a punto en el campo de batalla acostado encima de una puerta y cargado por dos mulas que del tiro se volvieron proespañolas.

El gordito y sus men, sobre todo los oficiales racistamente sureños que llegaron a Santiago, quedaron “horrorizados” cuando el 22 de junio de 1898 se reunieron en Daiquirí con las fuerzas cubanas y vieron el cuadro de treinta años de lucha: aun varios jefes estaban medio desnudos, mal armados, descalzados... pero lo que más sofoco les produjo a los recién llegados (más que el calor del verano y que la gota que aquejaba a mister William) fue la piel oscura de buena parte de los mambises de más rango.

Ahí mismo decidieron que ese no era un buen color para pelear a su lado y comenzaron la tenebrosa exclusión de los cubanos, que apenas fueron tenidos en cuenta en el asalto final a un ejército que ya tenían a punto de mate.

No, estos cubanos no pueden gobernarse -pensaron desde entonces en inglés, ignorando un clarísimo detalle: el 80 por ciento de los combatientes mambises tenían abuelos en África.

Siempre se habla de la carta de Calixto García, pero el desagravio del agravio no fue solo su carta: una pálida muchacha que no había nacido en Cuba, pero que aquí se había instalado con todas las condiciones, entendió desde el principio que los nuevos invasores eran aun peores que los primeros y decidió actuar: ella sola ajustició a más de 2 800 norteamericanos, entre soldados, oficiales y funcionarios.

A mediados de 1900 mataba a unos 200 efectivos de ocupación por día. Hasta que consiguió lo que no pudieron hispanos ni criollos: Shafter se tuvo que llevar de vuelta a su país sus libras, su puerta y sus soldados, sobre todo sus soldados. Las mulas seguramente desertaron antes. Por todo ello corríjase la Historia: que en adelante nadie niegue que, a su manera, la fiebre amarilla fue una gran patriota.

4 comentarios:

  1. qué manera de reírme, yo creo que la Mar no ha visto esto, sino ya se hubiera reportado...ella tiene que saber de este post, ahora mismo voy a decírselo, para que también se ría!!!

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    1. ¡Qué bueno hacerte reír! Ojalá la Mar se llegue por aquí. Es verdad que después de sus parrandas chamberas no la he visto por estos lares. Un abrazo, muchacha.

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  2. Pues sí que me he llegado... pero mi inernet es peor que la fiebre amarilla.
    snif snif snif
    por cierto, me encanta encontrarlos así... hablando de mi... me hace pensar que me quieren :)

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  3. Bueno... a mí me hace pensar (bien) cuando a ti te hace pensar. ¡Pensadores que somos nosotros! Un abrazo de vuelta.

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