viernes, 28 de marzo de 2014

...en los tiempos del cólera


En el sueño conversaba en Santa Cruz del Sur con una amiga que casi nunca veo y que jamás ha estado en Santa Cruz. Como telón de fondo del diálogo estaba el playazo implacable que en mis días de infancia castigó con marca de fuego mi insolencia de caminante descalzo. Tras la reverberancia habitual del mediodía se insinuaba la sombra de una gran fábrica que aun no me he enterado qué fabrica (ya me lo susurrará otra almohada, alguna vez). Y más allá, para no variar, el mar.

Llegamos a aquella fábrica con onírica rapidez. Hierros grises, inmensos tanques, ruidos olorosos, vapores, gente que solo yo sueño... Todos estaban ocupados, así que era lógico que no se tomaran la menor molestia en reparar en nosotros; sin embargo, entre la masa absorta, una viejita, parada en un pasillo metálico, nos miraba con toda la atención que quedaba en sus ojos.

Mi amiga le correspondió, al punto que en el aire se sentía una corriente de pupilas pesadas que solo cedió un poco cuando, al cabo, llegaron sus lágrimas.

Es que esa viejita -me explicó entonces- fue el amor imposible de abuelo Francisco. Toda la vida.

2 comentarios:

  1. El primer libro que me leí de Gabriel García M. fue ese una experiencia maravillosa a los 15 años. De hecho a partir de ese momento persigo todos los libros de este grande de la literatura.

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  2. Pues tiene usted excelente gusto. Leer al Gabo siempre es una experiencia única. Muchas más gracias, entonces, por haberse atrevido a probar estas letrillas.

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