miércoles, 31 de agosto de 2011

El corazón de Jesús

A mí nunca me engañó. Yo en seguida me di cuenta. La noche avanzaba, la conversación era queda y agradable, pero algo no encajaba en el retrato que siempre hace bajo la mesa cada interlocutor: ella no era la tímida estudiante de periodismo  que tal vez alguno hubiera creído, sino una de esas personas que aun a solas se saben vestidas con signos de admiración.
 
Cuando la escuché defender con silencios vehementes sus palabras, cuando descubrí en sus manos un raro Norte magnético para las de él, cuando asistí a sus miradas trenzadas con los ojos de su amado, comprendí que bajo la cáscara tierna de aquella jovencita papita una excelente cardióloga. Por eso le rogué que cuidara el gran corazón que tenía en custodia: el de mi amigo Arencibia.

4 comentarios:

  1. Wuao!!!! lindas palabras como siempre... tiernas y lindas.. un beso

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  2. Melissa: Puedo asegurarte, con toda "autosuficiencia" porque no es virtud personal, que lo que sí es linda es mi amistad con Jesús Arencibia. Cuando lo conozcas un día verás qué clase persona es y cuán pequeño se queda el post ante él. Gracias. Un beso.

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  3. Hermano mío:
    Solo un primigenio de alma como tú es capaz de tanta bondad. A mi feliz deuda eterna contigo, agrego los kilogramos de emoción que me dejan estas líneas. Gracias por Anays y por mí. Te queremos. Un abrazo inmenso.
    Jesús

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  4. Jesús: Si mis letras sirvieron para abrazarlos, a ti y a Anays, ya estoy más que satisfecho.

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