Me cabrea esta mentira de las redes sociales que nos amarran sin haberlas tejido. Estamos tan contundentemente juntos que jamás nos vemos las caras ni juntamos las manos, aunque pinchen por miles amigos sin rostro y sigan por miles seguidores sin rastro.
Vayan mis mensajes casi fichados, mis llamadas de pescador pescado: yo permuto todo Facebook por los labios de ella, yo negocio todo Twitter por el gesto de él. Estamos tan huérfanos de abrazos, tan áridos de palmadas, tan analfabetos de besos... que industrializamos a clickazo limpio los brazos mancos, las palmas sin manos, las bocas sin su rubor.
Estamos más cercados que cerca. El internauta es un rehén en el internado rectorado por la máquina.Tan solos estamos que nos inventamos nubes de alivio para sentirnos próximos como gotas, pero hay un pequeño detalle meteorológico: aquí también, amigos míos, cada vez llueve menos.
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