Pésimas excelencias de la ONU: hoy les presento una propuesta para Libia, esa muchacha de arenoso rostro y perfume combustible a la cual, con tal de robarle la cartera, más de uno quiere sepultar en el desierto.
Ataquemos de una buena vez: vamos a enviarle no menos de cincuenta portaamores a sus costas. Invadámosla con sofisticadas almas de seducción masiva y de seguro se rendirá frente a tanto dar sin ambiciones.
Ganemos con ella un premio noble por la paz, allí mismo, entre su gente, sin la hipocresía de solemnes ceremonias europeas: esos niños que ahora mismo caen entre sus faldas no nos perdonarían que de nuevo nos hagamos los suecos sumando estos colmos, mirando a otro lado.
Propongo regalarle consejos, o seguridad, o ambos, pero no misiles camuflados bajo el bello nombre del amigo. Sugiero hacer de la seguridad nuestra asamblea, no solo en Nueva York ni solo en los países de sangre ¿azul? contaminada con el virus letal de la metrópolis.
¡Votemos ya! Vamos, Ban Ki Moon, no te acobardes. O vamos juntos a cuidarla o verás como Obama nos rapta también a esta muchacha. Ella no tiene culpa del daño que le hiceron. Tampoco es un pecado llevar ese perfume.
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