sábado, 16 de abril de 2011

El síndrome

Poco después de las siete regresaron del laboratorio. Él, jubiloso, fue directamente al bar, sacó una botella color oro y dos copas finísimas, que hacía mucho no usaban, para celebrar el resultado. Aquella aventurilla —¿de él, de ella… de cada uno con cada otros?— no tuvo las temidas consecuencias físicas. 

Mientras el hombre hablaba sin parar de segundas nupcias, de reservar un hotel para vacacionar y de otros proyectos remotos de la juventud, la mujer miraba a lo hondo de su trago, maldiciendo se le hubiera escapado el pretexto para no vivir.   


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