Luis Posada Carriles es un hombre floridamente libre. Lo acaba de decidir un jurado que parece haber botado sus votos a la cloaca. Sin embargo hay algo que no saben en El Paso: cada acusado incuba su propio tribunal, el verdadero, el que no precisa juramentos para vestir la verdad. Del gemido de sus muertos, del estruendo de sus obras, del dolor que ha producido, de las rejas de su odio… no hay veredicto comprado que lo pueda exonerar.
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