A menudo presumo de ingeniero de almas, me pongo mi overol de agradecer y me enfrasco en dar una mano, y dos, a alguien que me merece. Esa noche caminaba cansado y satisfecho de regreso a casa, después de ayudar a una familia amiga a cambiar parte del techo de su hogar. Con leve cojera, cargado de lluvia y con todas las vértebras desvertebradas, tenía que resolver con caminata lo que un transporte invisible no me iba a solucionar. Despacio, pasaba y pensaba hasta que, cerca de un parque, los vi.
Tendrían entre 9 y 11, o algo así. Contaban, cantaban. Se buscaban y perdían. Ora se parapetaban tras un árbol, ora salían corriendo como rayos. A veces concordaban y a veces discutían. Reían mucho, reían siempre.
Sin pretenderlo, sin conocerme, sin enterarse, le fabricaron a mi cara la mejor sonrisa de esa jornada: verlos jugando a los escondidos me reencontró con mi escondida esperanza en la sobrevivencia de esa especie rara y valiosa que los más sabios llaman infancia.
Entonces, con lupa en mis ojos, estuve feliz de contradecir al pesimista que llevo afuera, estuve contento por llevarme la contraria y sacarle la lengua, en mi burla mejor, a este yo tan terco que creía que los videojuegos habían matado la última virginidad de alma.
Mial, gracias por atrapar y compartir tan bien una experiencia también mía, y creo de unos cuantos más que hemos tenido sonrisas y hasta un levantón duradero de ánimo, gracias a los niños.
ResponderEliminarDisculpa, pero es que ya no puedo dejar de leerte nunca, y menos de decirte, con temor a que te canses, que estoy perdidamente enamorada de tus letras, un besi
ResponderEliminar¿Que te disculpe por leerme, Melissa? ¡Por favor...! Disculpa tú que yo no sepa agradecerte como te mereces. Un beso.
ResponderEliminarRogelio, eso que cuento y cuentas son alegrones que de vez en cuando nos dan los sabios enanos. Por fortuna, ellos saben más que nosotros.
ResponderEliminarAsí mismo saben más que nosotros y son más hermosos, a lo mejor parte de su hermosura es ese saber, hijo de la inocencia.
ResponderEliminarExtasiada en tu mar de letras, almas, infantes, alegrías, optipesimismos, y qué se yo cuántas pasiones humanas...
ResponderEliminarSiempre satisface mucho saber que estas letras aterrizan en par de ojos hospitalarios. Gracias por eso.
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