Los críticos de arte, y a menudo los críticos a secas, que son los que más abundan, susurran la soledad desértica del pintor: Degas no tuvo descendencia, no se casó y, para colmo, no dejó amante conocida. ¿Cómo es que un genio puede pintar sin una amante?, parecen decir los textos certificando la indiscreción constante de los hombres.
Tal carencia de afectos, semejante sequía de faldas, deja a la gente casi tan boquiabierta como esos cuadros rotundos que invitan a bailar.
El asombro aplasta cuando se sabe que el dinero calentó su mano desde niño, que su mesa era pródiga y su cuerpo no tenía, por ejemplo, el maldito estigma que a todas luces no pudo frenar la eterna fiesta de Toulouse-Lautrec.
Que, en fin, más de una damisela de su tiempo le hubiera sacado uno a uno los colores personales contra el tendido óleo de una cama. Uno se asombra más porque supone lo generosas que para acompañar eran las muchachitas de su tiempo: tan alegres, tan bulliciosas, tan francesas...
Sin embargo, señores, yo entiendo la sostenida abstinencia del pintor. Cuando miro o sueño ese millar y tanto de cuadros de ballet, cuando logro entrar de polizón al vestidor prohibido o encuentro pasaporte a algún ensayo de bellas bailarinas, me doy perfecta cuenta de que no es sencillo decidir de cuál enamorarse.
No hay soledad infinita. Esperemos: un día de estos, el maestro Degas habrá de pronunciarse.
Hace poco leí un post de otro amigo sobre ese estado aparente, que él catalogó con algo así como "la soledad es un escándalo del alma". Hay quienes tienen vocación por la soledad. Y en el caso que nos ocupa, más que por curiosear sobre sus a(c)ptitudes, Degas me provoca con el misterio de su compañía.
ResponderEliminarYanetsy: Yo no sé nada de ballet, pero pienso (parafraseando esa cita que mencionas y he leído en algún lado) que una bailarina es también un escándalo del alma. Pero ese escándalo sería silente sin la voz poderosa de Degas.
ResponderEliminarLa soledad?, ese estar con uno mismo y sin permiso de nada. Lautrec también lo estuvo, aunque colgó su alma en las aspas del Molino, aunque La Goule y tantas otras le poblaran la paleta de colores... también lo estuvo. Es grande Degas, muy grande, admirarlo es poco... y yo que también me revuelvo entre soledades.
ResponderEliminarSí, "no hay soledad infinita", aunque cuando llega, por muy poco que dure, la soledad parece eterna. Esperemos, pues, la estocada de Degas.
ResponderEliminarMelissa, puedes adornar tu soledad con algún cuadro del maestro. Verás qué poco extrañas.
ResponderEliminarEsperemos, Rogelio. De todos modos, ¿habrá mayor compañía que esas pupilas millonarias que han buscado en los cuadros lo que el pintor encontró? Gracias por volver.
ResponderEliminar