Tío Chichi murió sin avisarme. Se fue como era él, calladamente, sin temor ni zozobra frente al viaje. No pude ir a sus honras, pero no me preocupa qué digan de mi ausencia: lo que sí hubiera querido era verlo vivo de nuevo y robarle otra de aquellas sonrisas suyas de gente pobre y buena, que es la gente más rica que conozco.
Sí tengo que decir, aunque apenas los dos lo comprendamos, que entre los tantos hermanos de mi viejo fue el que más quise, el tío más padre que he tenido. Como suele ocurrirle a los seres valiosos, la vida le fue quitando cosas. Tantas, que cuando apenas nada le quedaba le llevó parte de una pierna, “hipotecada”.
Pero ni eso no pudo tumbarle la firmeza. Escondidos bajo el piso de tierra de su casa nos dejó en herencia tesoros infinitos: el nombre alado y retador de mi hermano Ángel, la bondad como espejo, la virtud en la costumbre, la personalísima escala para medir la real altura de la gente... Ojalá sepamos usar sus herramientas con oficio.
Mi tío fue tan hombre y tan macho que jamás le escuché palabra gruesa: no le hizo falta para vencer a veces y siempre convencer. Pero bueno, no teman quienes lean estas letras de agonía... esta vez no pienso amortajar la muerte, no le voy a poner un maquillaje ni amenazo con pronunciar el discurso consabido de que “él vive, bla bla blá...”.
Esta vez he perdido, esta vez ―repasando a solas la terrible fórmula química de una lágrima―reconozco a La Parca su victoria: es la muerte, señores, la poderosa muerte, que me ha matado un tío sin matarme.
Sencillo y bello homenaje a tu tio... un silencio por él:
ResponderEliminarGracias, Melissa, por acompañarme también en las letras tristes.
ResponderEliminarBien por ti, Milanés. Aprovecha las enseñanzas que te dejó tu tío más querido.
ResponderEliminarEso trato, Yenima. Las enseñanzas no mueren. Gracias por leerme.
ResponderEliminarNos van dejando solos...
ResponderEliminarAsí es, Yuris. Hay que buscar recursos afectivos para retenerlos.
ResponderEliminarHay gente que vive siempre. Por suerte para nosotros. Es una compensación que se le agradece a la eternidad por salvarnos, aunque sea con remembranzas y nostalgias, de los vivos que solo dan ganas de morir.
ResponderEliminarComo dices, amiga. Esos muertos nos resguardan, no con amuletos de brujo, sino con amor de persona.
ResponderEliminarBenditos nuestros muertos queridos, siempre cerca, siempre dispuestos a enseñarnos algo. Baby.
ResponderEliminarEs que, Baby, nuestros muertos queridos son normalmente nuestros vivos.
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