Juro que no entiendo mucho de odios. Ni del que llega de afuera, en enormes contenedores con letras en inglés, ni del criollo y mestizo de mi barrio o mi trabajo que se hace aquí, quizás para sustituir importaciones.
Es incapacidad congénita, señores: no sé cómo se sienten ni cómo se pronuncian esos odios. Pero, pese a la amarga tentación, no quiero leer nunca sus catálogos.
Genial!!!... y nunca, nunca deje de "no" leer esos catálogos, un besi
ResponderEliminarTrataré, Melissa, con tu limpia ayuda y la de otros, pero el dragón de la foto se las trae.
ResponderEliminarIgnora a ese dragón. Que los odios no empañen tu corazón ni tu talento. Baby
ResponderEliminarEso hago, Baby. Estoy pasando una maestría sobre el tema. Gracias por tu ya larga (y transparente) compañía.
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