Desde chiquito, mi pueblo tiene cierto atractivo turístico para los huracanes: todos quieren pasar por allí. Parece que se les atiende bien, que se les recibe en la puerta, se les invita a pasar y a sentarse en la butaca más cómoda de la sala para brindarle un café mezcladísimo, impreciso y caliente con que curarse su atlántica gripe.
Pero en Santa Cruz del Sur los ciclones han hecho como los huéspedes malos, que luego de ser atendidos en casa ajena, terminan emborrachándose escandalosamente, faltándole a la gente que les dio cobija y rompiendo en mil relámpagos el plato en que comieron.
Eso no ha cambiado, sin embargo, el espíritu de los santacruceños. Será que esperamos, aspiramos, que un día llegue una tormenta tropical sin ánimos bélicos ni sed de posteridad que barra con suave remolino lo feo de cada uno, aliente con soplo de hembra nuestra brisa litoral y hasta nos done, sin intereses, un poco de límpida agua para brindar, juntos, en memoria de toda la gente buena que se fue de mi pueblo raptada por las forajidas bandas de algún meteoro.
Pues claro, esperemos eso... magníficas letras, un beso de Eva
ResponderEliminarEncantador. Yo también traje para hoy unas letras sobre los ciclones. Coincidencias. A mí me sucede que les temo.
ResponderEliminarYa ves, debes haber vivido más de un huracán, y aún así tú y los tuyos les son hospitalarios. Abrazos.
Leydi: De verdad, yo crecí viendo pasar los ciclones como si fueran trenes regulares. Casi que nos divertían. Pero debo confesarte que después del Ike y el Paloma (el "autor" de esta foto), prefiero verlos en periódicos viejos.
ResponderEliminarGracias, Melissa. Qué bueno que soples a menudo por aquí; por suerte, tú no tienes nombre ni cara de ciclón.
ResponderEliminarPocas veces uno puede describir un mal con belleza. muy pocas. Pero tú, amigo Enrique, te dueles de una manera que impulsa al contagio. Hermosas letras. Llegue el abrazo.
ResponderEliminarGracias, Abdiel (¿Bermúdez?) por ese abrazo. Me place que nos reencontremos, esta vez de manera virtual pero igual de entrañable. Reitero el afecto de aquella jornadita habanera. Aquí tienes un caimán... y un amigo.
ResponderEliminarDesencuentros ciclónicos que marcan, como tatuaje, la memoria personal y colectiva.A mi pueblito, costero también, lo hizo añicos el Michelle. Fue una inolvidable expedición de la naturaleza que aun agita corazones. Afectos huracanados para tí y hasta un cálido beso a tu caimán que me desnuda. Tu anónima compañía.
ResponderEliminarAnónima amiga: Es que las "historias de ciclones" son en realidad historias de personas: de tu pueblo y mi pueblo, por ejemplo. Por eso, cuando pretendemos recordarlos a ellos, en realidad recordamos las vivencias de seres entrañables. Gracias por repetir la visita.
ResponderEliminar