Labana es un monstruo hembra, tan bravo que vive trepado en la mismísima cola del caimán y no cae al agua, aunque sean fuertes los zarandeos. Y acá lejos, en el interior de un país donde se suele creer que el "exterior" está en su propia capital, la gente de tierra adentro interroga al paisano que tuvo la suerte de visitarla: ¿Cómo está Labana? ¡Cuéntame de Labana! ¿Verdad que en Labana…? ¡Labana es tremenda!
Sí… al que más y al que menos le interesa el estado de ese bicho cerrero y seductor que los seres de provincia debemos tranquilizar con las ofrendas más disímiles: lo mismo plátanos verdes que maestros primarios, da igual si es el queso gouda o jóvenes policías… valen todos los tributos, porque los pide Labana.
Que no cesa su apetito: como si no bastara con ese par de millones de cubanos que dormitan insomnes en su panza, día a día la fiera sigue succionando gente. Hace poco me ha robado un hermano: “Se lo tragó Labana”, es lo que respondo a los amigos cuando preguntan por él. No hace falta más detalle; ellos entienden.
Sé que mientras pasen los años ella le matará las eres de su boca, le secuestrará articulaciones del habla, le alterará su tiempo y mudará los acentos de sus comidas, lo enamorará con su láctea ubre de erótica urbe, le azulejará el equipo de pelota, le despojará de esa calma calmosamente camagüeyana y tal vez hasta le atraque en pleno día alguna que otra bondad...
Pero voy a resignarme ante su marcha. Sé que, en el fondo, se ha llevado uno mío porque Labana, el monstruo invencible, anda reclutando hermanos.
Está genial!!!! que usted es todo un maestro, besos siempre....
ResponderEliminarBesos siempre, Melissa. Y, por favor, no te vayas de Cienfuegos.
ResponderEliminarjajajajja, no, no lo tengo pensado, no dejaré que nadie me trague...
ResponderEliminarBuenísimo, ja ja ja,... Padre, puedo confesarme??? Yo añoro ser tragada!!! Saludos, Milanés...Afectos naranjas, medio despintados, tirando al azul...
ResponderEliminarGracias de nuevo (supongo que eres la misma anónima de otras veces). En realidad también yo reconozco los encantos de La Habana, solo que esta vez no quise decir lo que todos, sino asomarme a otra ventana. Un saludo.
ResponderEliminarMila, tengo puntos en contacto contigo y con la anónima persona del comentario anterior. Labana me ha podido con su encanto mañoso las pocas veces que mis ofrendas han sido suficiente para coquetearle unos días breves, mas no te preocupes, veo lejanas las posibilidades de ser tragada, muy a pesar mío jajajajaja. Pero ya ves, tengo una hermanita que sí ha sido engullida y peor que por Labana... por un habanero. La tiene acaparada para sí y yo la extraño tanto. ¿Qué me hago?
ResponderEliminarTunie, gracias por llegarte aquí. Recuerda: así como cada habanero tiene un pariente en el campo, cada uno de nosotros tiene un familiar en la capital. Sigue queriendo a tu hermana, que ese amor es el único que no reconoce emigraciones definitivas. El secreto entre ustedes está en eso, en que ninguna deje que la otra parta de sí.
ResponderEliminarLabana, sin embargo, es demasiado para mí, Enrique. Sé de gente que pone en ella el fundamento de su vida, su ilusión, su meta. A mí me dan pavor sus calles, sus casonas, su mundo... quizás porque nací pueblerino, y así moriré si no exorcizo a tiempo ese temor que tantos han domesticado para hacerla suya, o mejor, para ser suyos, porque Labana siempre ha sido dueña. Otro abrazo del Abdiel que reconociste en letras pasadas. A lo mejor volvemos a vernos el próximo año. Quién sabe.
ResponderEliminarGracias, Abdiel, por venir y repetir. El tema del post es otra cosa que compartimos. Recuerdo algún verso en el que Martí confesaba: "me espanta la ciudad". También me pasa, aunque reconozca que allí también nacen, crecen y hacen, buenas personas. Pero el ritmo de acá tiene que ver más conmigo; ser'porque me parió una provincia. Un abrazo.
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