jueves, 13 de octubre de 2011

El explorador

Estaba solo, huérfano hasta de cielo, en aquella inmensidad. Bajó del estribo, comprobó en su mochila la lista de aditamentos y empezó a caminar. Anduvo durante horas arenosas en el circular laberinto del caracol hasta salir de su concha, cansado y temeroso.
 
No quiso darse el lujo de un receso. Como señalaba en perfecta descaligrafía el mapa de su amigo médico, a unas millas encontró una trompa que, en efecto, resultó pertenecer al ermitaño, un tal Eustaquio, condenado por siempre a la soledad de los ecos.
 
Ya en la choza del hombre, atravesó el vestíbulo, se asomó por la ventana oval y divisó un paisaje sordo, surrealista: una hélice, un hueso temporal, un martillo...
 
El martillo... No tuvo que pensarlo. Tomó en sus manos el pesado martillo y, reuniendo alientos, golpeó con fuerza los robustos tímpanos. Había cumplido su misión: viajó hasta allí para gritarle en su oído a aquella mujer cuánto la amaba.

6 comentarios:

  1. Wow!!!! fenomenal, usted, amigo mío, me desarma, besoss

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  2. Gracias, Melissa, por andar este viaje de oído.

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  3. Enriquito: después del comentario de Melisa cualquier otro es herejía

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  4. Amigo Rafael, reconsidera: creo que el comentario de Melissa tiene cierta perspectiva de género que no "encajaría" contigo.
    Bueno, broma aparte, gracias por entrar y decir algo en el oído de este blog.

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  5. Bajitico, sólo a su oído, permítame decirle: qué lindo escribe usted!!!

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