¡Si Julian Assange enseñara las caderas de Shakira...! ¡Si no hubiera perdido tanto tiempo, tantos gigas de su sitio, en simples “frivolidades” de gobierno, y hubiera bombardeado al mundo con el colombiano movimiento de la diva...!
―Oh, vamos... -le diría Obama- tú eres de los nuestros.
Pero el australiano tuvo nada menos que mostrarle al mundo las obscenidades más severas del poder.
Con tantas cosas importantes como hay: si Shakira sigue con Antonio o si es una La Rúa, si Piqué ha anotado algún golcillo en puerta ajena y los paparazzis han sacado tarjeta roja por la falta, si la falsa rubia quiere un hijo aunque rechace el matrimonio...
Definitivamente, Assange no parece saber de periodismo. Se metió con los malos con tantos buenos fáciles de condenar. Ahora sufre la ira del Olimpo: no me asombraría que un agente CIA, emplazado justo en el puente levadizo entre su cuerpo y el ardiente de la Ardin, hubiese perforado con taladro milimétrico aquel frágil preservativo, pecado ya poco original.
Genio ingenuo, que se hizo el sueco a la hora de ponerse un condón con la Sofía. La trampa descomunal le ha atrapado por sus huevos. Y el castigo honra la insolencia: antes que él, ninguna revista porno nos había paseado con tanto detalle por la oscura vagina del Imperio.
Tan simples y provechosos los chismes de la Shakira... y Assange complicándose en Estocolmo. ¡Este colmo que vivimos...! Ningún condón podrá preservarlo contra el César. ¡Con lo seguro que era cotillar del Waka waka!