viernes, 25 de noviembre de 2011

Memorias

Muchos mares después, en el norte de África, cuando sentados alrededor del héroe reconvertido al Islam sus admiradores le preguntaron qué fortuna había hecho en el muy promisorio Nuevo Mundo, Rodrigo de Triana dio una respuesta desconcertante.
 
—¡Tierra!

jueves, 24 de noviembre de 2011

Fe

Con un pequeño libro en la mano, hincó las rodillas e inició el ritual de los murmullos.

Pidió con el respeto y la humildad de siempre, convencido de que su fe le curaría la zozobra.

Al cabo, terminó de orar y se quedó aún más tiempo sumergido en la meditación.

Como cada tarde, antes de irse a casa, dios siguió rogando que el Hombre escuchara sus plegarias.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Mi falta de fe

No creer supersticiones es un  acto que libera. La peor amarra del homo sapiens es no “sapier” qué lo sujeta o lo conduce. Hasta ahora, yo he evadido ese nudo, pero a veces –quizás por aquello de que mi carne es flaca– dudo y siento que pago bien caro mi falta de fe.

Recuerdo que aquel día de otoño de 1995, en París, miré burlón a los turistas que en plena Plaza de Parvis, frente a la Iglesia de Notre-Dame, hacían fila vigilados por las gárgolas para tocar con sus zapatos la pieza empotrada entre adoquines que marca el Kilómetro Cero de La Ciudad Luz.

—Quien lo pise –insistían los guías turísticos– volverán alguna vez a París.

Apartado del barullo, yo sonreía. Aquello me pareció gracioso, un robo mediático más, un souvenir verbal para entretener a paseantes encandilados que nunca cerraban la boca, una postal, otra, con la cara bonita del capitalismo (¡oiga, al menos por fuera, por sus muslos firmes y piernas bien plantadas, por sus labios rojísimos y dientes casi perfectos, por sus ojazos azules y par de erguidas…  pestañas, el capitalismo es bello en París!).

No se alarmen mis amigos: sigo firme, dudando de los milagros. Aún creo que esas radiantes bellezas citadinas en buena parte nacieron y crecieron –y tomaron ese cuerpo de femme de mauvaise vie–, de robarle tantas veces la cartera al Tercer Mundo, pero no voy a negar que de vez en cuando, donde yo solo me veo, me pregunto por qué demonios no le di una pisadita a aquel pedazo de bronce.   

lunes, 21 de noviembre de 2011

La caída de la URSS

Que me perdonen los tovarich, pero nunca soporté el idioma ruso. Cuando en séptimo grado entró a mi aula aquella profesora tan negra como mi abuela hablando ruso, pensé en seguida que, en efecto, era la buena Cacha regañándome. Por suerte, en solo un semestre permutamos, pelo a pelo, de Moscú a Washington: comenzamos el inglés.

Es un alivio que no todas las cosas hablen en su idioma. De aquel país disfruté sobremanera las compotas de manzana, la jalea de leche, los exóticos dulces en conserva, los juguetes, los muñequitos (dice en Cuba la leyenda urbana que le costaron sanción a un popular humorista que afirmó usarlos para castigar al nieto), las bicicletas y, por supuesto, la carne rusa.

Sobre esta última, por cierto, jamás creí fuera de oso, como rezaba en bello inglés cierta propaganda, ni que significaba la repatriación, en latas, de los niños que el naciente comunismo devoraba en la Isla. Les digo, porque de vez en cuando me muerdo a mí mismo, que los cubanos tenemos la cáscara dura y debemos ser ácidos, muy ácidos, al paladar. Vaya, que no hay lata que nos soporte.

Lo que jamás les perdoné a aquellos distantes amigos fue la introducción en Cuba de una especie invasora: los Bergobinas. Los Bergobinas, que desde entonces asolan las calles cubanas, son motos pequeñas conocidas en la Isla como “bicicletas con rabia”,  una especie de vehículo gruñón que no acepta la lógica del tránsito,  el respeto ambiental ni la paz de los vecinos. Es un virus letal que mata peatones, da igual si por sordera o por infarto.

De algo tienen que vivir los politólogos. Todavía estudian, ya sea con satisfacción o desconsuelo, las causas de la caída de la Unión Soviética. Yo no tengo mucho que analizar al respecto: escuchando estas motos, que más bien parecen mocos con ruedas, estoy más que seguro: la URSS cayó mortalmente herida tras una tsunámica vibración, al paso de un Bergobina.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Los bien dotados

Esto no es chisme de barrio ni secreto de burdel: me enteré hace unos días, de buena tinta, que nueve de cada diez de ellas prefieren a los que las tienen largas y oscuras.

No hay secretos bajo el sol: de alguna manera se enteraron de que son esos, precisamente esos, los que pueden darles hijos más vigorosos. Y en relación con los africanos—dice con toda gravedad la fuente—, los asiáticos están en franca desventaja. De los europeos ni hablar: no existen en este asunto.

Resumiendo: larga, oscura y más que peluda es pasaporte a un buen retozo. Lo decían en un documental, muy científico él, que pusieron en la tele.  Señores: después de verlo, no acepto que nadie comente que es superflua la melena del león.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Un beso

Este post surgió al revés. Vino de nalgas, como dirían las viejas comadronas de mi pueblo, pero aun así tenía la urgencia de nacer. Resulta que buscando por ahí, para otro texto,  encontré esta imagen y, mirándola, no pude resistir la obligación de hablar de ella.

Es que Ella —voy a usar la mayúscula porque ese es su mejor nombre, y su talla exacta, para mí— invade mi memoria cada vez que cualquier amante de la galaxia siembra un beso en algún rostro. Y esta vez no fue distinto.

Sus besos son la única fuerza que podría parar la guerra nuclear que se avecina, de manera que yo temo un día me la secuestre la ONU. Ella está ahora mismo alumbrando algún lugar con su presencia, naturalmente, como si no supiera de las ojivas labiales que cuidan su boca.

No es un clisé de escritor: frente a esta imagen, la veo. Y repasando las huellas que sus creyones han dejado entre su suerte y la mía, regreso a besarla sin permiso, con la certeza más limpia de que, hasta siempre, ningún post me había llegado tan derecho.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Se busca

No me gustan los machismos. Ni los hembrismos tampoco. Por eso sé que es injusto: todos la emprenden contra el Aedes Aegyti, el violador de doncellas, el zancudo chupador, el eficaz asesino, el visitante letal, hasta el buitre gavilán… 

Han llenado mil y un puntos cardinales de carteles con su imagen desgarbada:

—Se busca a Billy el mosquito, pistolero peligroso: mejor si muerto que vivo. 

¿El premio? El sheriff da un Visto Bueno para poner en la puerta; recoger en la taberna.

Encandiladas por la campaña, partidas ruidosamente humeantes tratan de conseguir lo que no puede el veneno y acertar donde los puños fallaron.

Nadie parece enterado de que por ese camino no acabarán los atracos: no es a él a quien hay que matar, sino a ella, la vampiresa de casa, la erótica Doña Aedes, la sensual mosquita muerta que, más que promiscua, más, liba su sangre a los hombres mientras su “temible” esposo brinda con jugos de frutas y bebe el néctar de las flores.  

lunes, 14 de noviembre de 2011

Incomprendido

Cansado de las críticas por ser un predador, el león comenzó a comer vegetales, frutas y legumbres. Desde entonces, sus antiguas víctimas lo miran con menosprecio:
 
―¡Mira... ahí va el nuevo rico!

jueves, 10 de noviembre de 2011

Aida y las hormigas

Aida Álvarez había pasado de vieja y pasado de triste: era una mujer huérfana de hijo.

En alguna guerra mataron a su muchacho y desde entonces, en alguna fecha, por algún motivo, le enviaban un cake, redondo y preciso como una bala.

Ese día, cual certera tradición, las hormigas de su casa celebraban, en el patio, su banquete.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Mi primo José Jacinto

Me han preguntado más de una vez si soy pariente de José Jacinto Milanés, el gran poeta matancero, y siempre respondo que sí:

—Soy primo hermano suyo, por parte de loco.

Parece que funciona, porque más de uno digiere la píldora y me deja callar a mis anchas. Pero tengo un amigo X al que le inquieta que un amigo Y comente muy seguido estos silencios míos, tan milaneses:

—¿No querrá él sugerir que termines igual que José Jacinto, suicidándote?, -inquiere el primero con humor negro y límpido amor, equismente preocupado.

Mi respuesta es escandalosamente muda, como si también yo viviera en aquella casa silente de la calle Gelabert. No tengo tiempo para hablar porque justo en ese momento presiono mi sien con los agudos versos de La fuga de la tórtola:

“Si ya no vuelves, ¿a quién confío
mi amor oculto, mi desvarío,
mis ilusiones que vierten miel,
cuando me quede mirando el río,
y a la alta luna que brilla en él?

Inconsolable, triste y marchito,
me iré muriendo, pues en mi cuita
mi confidenta me abandonó.

¡Ay de mi tórtola, mi tortolita,
que al monte ha ido y allá quedó!“

Si yo tuviera esa pluma, nada pudiera dañarme. Con recaídas y resubidas, con una amada inmune a la poesía, con su obsesión sin frutos por la pureza, mi “primo” lo demostró: suicidarse puede cualquiera, pero algunos suicidados nunca consiguen morirse.

martes, 8 de noviembre de 2011

Inventario de un encuentro de cronistas

El abrazo con que en completo mediodía me despidió mi joven amiga Leydi: con la electricidad corporal que se da a quien va de mar o va de guerra, o regresa triunfador. Y la charla con Melissa, con breves interrupciones de un Martí siempre despierto que se pasa la muerte caminando por su parque de 100 fuegos, insuflándole calor.

Las manos de Pepe Alejandro, cuyas palmas han tecleado en mi espalda una saga de intensos artículos del amor tan macho, del querer silente, del gratuito abrigo. La poesía consonante, consonada, de Michel, que dejó atrás la afición de otros colegas y viste, de extraña gala el beisbol, con prendas desconocidas y hasta íntimas, porque no se guarda nada: escribe de pelota… en pelotas.

La sencillez rotunda de tunero sin espinas, de cazador de estampas y estampador de afectos que siempre reitera Juan. La maestría del Sexto Luis, el padre inmarchitable, el cubano nada monárquico, poco folclórico, que a diario o semanario nos muestra cómo sostener la Isla con columnas y nos enseña a bailar, pese a la carga, con sus letras nuestras y el ansia que nos leyó. 

¿Qué decir de los Jesúes…? Del más joven, que no encuentra la manera de ausentarse, porque llega aunque no vaya: allá vuelan sus décimas más que oncenas, sus anécdotas, su limpieza pinareña y su cubano rumor… Y Jesús el de la casa hace sus textos con hechos: las metáforas las siembra y reparte la cosecha con idéntico fervor: para él, es el grupo la figura; la presidencia, el amor…para él manda el que llega, él se siente servidor.

Y los Novos, y las nuevas. Y música en quien llegó: en Alina, que en seguida quiso levantar en almas los martianos que encontró. Y en Nyliam, quien mostró en vivo esos Ojos a la N que alumbran textos tan bellos porque susurran sus luces, sin alumbrón ni apagón.

Y la fe de José Aurelio, que viajó cuando él faltó. Y el respeto hacia el Decano, cuyo texto sacudió. Y Yamil con sus estampas. Y Carlitos con poetas. Y Francisco en letras sepias. Y el abstemio y el licor. Y la copa ya vacía. Y rebosado el humor. Y el silencio con el ruido. Y el ruidencio embriagador. Y el texto ya concluido. Y el arranque creador…

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Remake

Cuando vio crecida a su primera nieta, Caperucita Roja, que para entonces prefería los colores sepias, le pidió una cesta de alimentos en conserva con la advertencia de que por ninguna razón fuera a tomar las autopistas ni las avenidas y mucho menos a confiar en leñadores, de tan dudosa fama según los thrillers más recientes.