viernes, 30 de agosto de 2013

El Premio de un pupilazo

Los buenos blogueros, que a menudo son gente que anda el mundo sin un quilo en el bolsillo, se regalan un Premio por estos días. No, no hay dinero en la jugada, pero el asunto tiene un tono de abrazo que hace que cualquier puja valga la pena.

Les cuento: un día, navegando en el aire como suelo hacer, di con Rosana Berjaga y sin pensarlo una vez amarré su bitácora al hocico de mi caimán. Después descubrí que ella echó unas bolitas de pan desde su blog hasta el mío y le comenté a una amiga: “Está loca esa muchacha, mira que ponerme nada menos que al lado de Segunda cita”. El tiempo pasó, parece que se volvió cuerda o que este caimán cerrero se desenlazó con un coletazo y ya no estuvo ahí, pero el hecho es que la Rosana tuvo a bien sorprenderme de nuevo al nominarme para este premio de afecto que se llama Liebster Award y que yo le agradezco tanto como si lo mereciera o como si alguien fuera a dármelo.

Disciplinado como quiero ser, primero respondo las preguntas de Rosana.   

1)    Tu palabra favorita…
Límpido (a).
2) Un personaje que te parezca ha sido inspirado en tu vida
El hombre invisible.
3) Cinco verbos preferidos
Escuchar, compartir, honrar, buscar, amar...
4) Cuéntame un secreto
De niño leí muchos clásicos policiales y, como le pasó a Don Alonso con las  novelas de caballería, llegué a creer que sería detective privado. Ese fue mi primer interés vocacional. Menos mal que no me dio por coger una bicicleta y salir a La Mancha...
5) Si pudieras reencarnar en un escritor/a famoso/a, ¿a quién escogerías?
A Juan Rulfo.
6) Lo que más te identifica de tu país.
El mar y la constancia de la gente, valga la redundancia.
7) ¿Soledad o blog? ¿O las dos cosas?
No sé, pero un blog puede ser la primera compañía.
8)    Una causa que defenderías sin pensarlo dos veces
¡Arriba el que sufre!
9)    Una persona por la que darías tu vida (no se vale la familia)
Aquella que al menos una vez, pero de veras, haya llorado o reído por mí.
10)      Esta es una pregunta comodín: declárale tu amor a algo o alguien
Le diría: ¿Recuerda aquello que un día le escribí? ¡Lo mantengo todo!
 11) Si pudieras escoger un lugar para morir sería…
La casita de la calle Paula, el sitio donde todo comenzó a tener sentido para mí.

Bueno, la cosa no para ahí. Las bases exigen que el nominado nomine (esto parece una asamblea del Poder Popular) 11 blogs de pura raza y exponga sus porqués. Estas son bitácoras que yo cargaría si un día nos sorprende el apagón virtual. Díganme si no tengo buen gusto.

Me llevo conmigo:
Botellas al mar, de Leydi Torres, un blog que recibe y despide con la letra mejor: un abrazo.
Un pedacito de Mar, de Marian Velázquez, original en cada molécula.
Ojos a la N, de Nyliam Vázquez. La caligrafía auténtica de la ternura.
Microcrónicas, de Yuris Nórido, lo sencillo que conmueve, en pocas líneas y con una arquitectura especial.
Patria y Humanidad, de Luis Sexto. Un maestro que demuestra a los ciegos que sí: pasados los 60 se puede ser también un bloguero extraordinario.
Tintineos, de Yaíma Puig, por seducirnos con lo común que nos engrandece.
Cuba profunda, de Gisselle Morales, todo un ejemplo de que se puede pensar hondo con apenas veintipico.
La dicha verdadera, de Yanetsy León, una apuesta sobria y elegante por las raíces.
Cuba Juan, de Juan Morales. Lección patriótica, un blog de hermosos detalles de terruño.
Poesía de Isla, de Liudmila Peña. Una mujer con lupa busca en Cuba los versos de la vida. 
Los otros ojos de Eva, de Melissa Cordero, un espejo a un sui géneris mundo interior.

Claro, los que armaron el Premio Liebster sugieren que los autores de estos blogs que yo escojo respondan 11 preguntas que se me ocurran. Realmente, yo sé que muchos son tan buenos que serán nominados varias veces y no tendrán suficiente tiempo para este pregunteo y este formulario que parece trámite para viajar al extranjero, pero estaría feliz si alguno nos contara, por ejemplo:

1)    Si hubieras podido escoger tu nombre, ¿cómo te llamaríamos hoy?
2)    ¿Te pareces más a tu blog que a tus padres?
3)    ¿Qué es lo más loco que has escrito hasta ahora, más o menos...?
4)    ¿Y lo más cuerdo que te hayan comentado...?
5)    Te suceden muchas cosas, pero no todas se convierten en un post. Dime tres rasgos que deba reunir una historia para hallarla en tu blog.
6)    La palabra más repetida en tus post es...
7)    ¿Y la que nunca piensas escribir...?
8)    ¿Qué es lo que más te ha dado tu blog: lectores que te buscan, enemigos que te atacan, amigos que te quieren?
9)    ¿De qué manera te aseguras de que los amigos que encuentras aquí lo sean de veras?
10)    Hablando de amigos: menciona cinco de ellos, o seis o siete, en los que ves plena concordancia entre el escribir en sus blogs y el hacer en sus vidas.
11)    Yo creo en la rebelión de las máquinas y de la tecnología. Mi pronóstico: un día tu blog sabrá más de ti que tú mismo(a), decidirá tomar el mando y escribir sobre ti. ¿Qué te gustaría que dijera?



jueves, 22 de agosto de 2013

Hilos de infancia

Supongo que a todos nos persigue la infancia. La mía lo tiene más cómodo: me atrapa muy fácilmente porque, con mis problemas de huesos, muy poco puedo correr. Y así, a cada rato una historia del pasado detiene mi apuro y me ordena:

—¡Vamos a conversar un rato!

Hace poco, mirando lo que le pasó a mi Daniel en un intercambio de regalos con los niños de su aula, sentí como nunca que la vida es un círculo: igual que a él, muchos años atrás a mí me dejaron esperando mi obsequio.

Estaría en tercer o cuatro grados, de modo que no pasaría de los nueve años. Mi familia, más pobre que la sequía, hizo sus esfuerzos para que yo llegara esa tarde a aquella escuelita de Santa Cruz del Sur con un presente, pero el alivio me duró poco porque la niña que debía regalarme no fue ese día, ni el otro, ni el otro, ni el otro…

Esta tarde miraba un documental muy premiado hace una década. Me impresionó la historia de una solitaria pastora de carneros: mientras los animales hacen un verde festín, ella, trepada en un árbol, teje maravillas, mitad con sus manos, mitad de sus sueños.

Por un instante vi en aquella cara el soplo de brisa conocida, pero la hondura de la historia me impidió distraerme. Solo en los créditos finales, que uno lee para honrar en silencio a quien hace algo valioso, comprobé que aquella tejedora que la televisión devolvió al mundo era, en efecto, Nancy Barreiro, la niña que hace unos 36 años dejó una enorme espera en mis manos.

A veces, con todo y sus achaques óseos, es uno quien debe perseguir su infancia para enmendarle las grietas. No importa cuánto ella corra; en esos trances, debemos alcanzarla y exigirle:

—¡Escúchame tú…!

Esta tarde, mientras conocía por primera vez la historia de la pequeña Nancy, mientras me enteraba por sus labios que una madrugada se escapó de casa para irse con su abuela al campo y allí cuidarla, aprendí a apreciarla y sospeché que en aquella fuga pudo perfectamente irse a bolina mi regalo.

Pero no: cuando le vi el amor a sus animales y aprecié sus tejidos embelleciendo el viento cual banderas de paz en el potrero, cuando leí en su vida la rara poesía que escriben los dolores, cuando entendí que aun exiliada en el monte por pura voluntad la civilización tuvo que ir a mirarla y a indagar sus porqués, me di cuenta de que aquella pequeña rubia y colorada que alguna vez lloró en el aula no me debía nada.

Yo he sido sin dudas el más afortunado de mi grupo de tercero o cuarto. A mis 45 años, acabo de abrir en mi televisor el portentoso regalo de Nancy Barreiro.

jueves, 15 de agosto de 2013

La música láctea


Parece que es serio: Camagüey se ha propuesto regresar a sus buenos tiempos ganaderos, no porque monte su panza de provincia mayor en la máquina de H. G. Wells (que si pasara por aquí, tendría serios problemas para mover semejante multitud de interesados) sino porque comienza a rescatar, poste a poste, la red de vaquerías más extensa de Cuba.

Se piensa en grande. En unos tres años, se aspira a rescatar del abandono, la maleza o la mediocridad productiva unas 370 vaquerías típicas y unas 500 rústicas. En su época dorada, cada una de las típicas podía entregar al año 200 mil litros de leche. Con el tiempo, las cifras mermaron como mismo bajó el nivel en las jarras domésticas.

Hace poco estuve en una de estas vaquerías: la 5-15, que en 1971 fue inaugurada por el mismísimo Fidel Castro. Ahí están las fotos en que el Comandante cubano conversa de tú a tú, como siempre hizo, con los guajiros. Uno de ellos, Oscar Castillo, le respondió que para trabajar él solo necesitaba un caballo, una montura y un lazo, pero Fidel le dio mucho más: empezó a fomentar la cuenca lechera, un proyecto como Dios manda, en caso de que el Creador se dé sus tragos de leche.

Bueno, les cuento: en la 5-15 hay de nuevo cercas electrificadas, panel solar, calentador de agua y hasta sala de ordeño con aire acondicionado. Vaya, que uno, que vive con sus zozobras, siente deseos de convertirse en "vaco", seducir a una de aquellas afortunadas y permutar para allá. Sin embargo, lo que realmente me dejó pasmado fue un detalle: las bocinas. Porque hasta ponen música indirecta para que las vacas se concentren y, como suelen decir en cámara los deportistas cubanos, den lo mejor de sí.

Todo muy bonito, pero me fui con una preocupación. ¿Qué vaca escoge la música? Porque si en la rampa de ordeño coinciden la mulatísima Rosalinda, que gusta de la buena rumba; la romántica Perla Yerbina, seguidora de la trova; la recatada Ubre Franca, amante del bel canto; y la picantosa Fogaje, fanática al reguetón, la disc jockey a cargo puede vérselas en aprietos. Es que los cubanos somos así de apasionados: un simple desacuerdo musical puede llevar a la huelga en la sala de ordeño y este hermoso proyecto de rescate pararía en un naufragio.

viernes, 2 de agosto de 2013

La agente especial


Dicen que una vez que cuatro soldados bajaban a tierra sus más de 300 libras, al general William Rufus Shafter tenían que moverlo de punto a punto en el campo de batalla acostado encima de una puerta y cargado por dos mulas que del tiro se volvieron proespañolas.

El gordito y sus men, sobre todo los oficiales racistamente sureños que llegaron a Santiago, quedaron “horrorizados” cuando el 22 de junio de 1898 se reunieron en Daiquirí con las fuerzas cubanas y vieron el cuadro de treinta años de lucha: aun varios jefes estaban medio desnudos, mal armados, descalzados... pero lo que más sofoco les produjo a los recién llegados (más que el calor del verano y que la gota que aquejaba a mister William) fue la piel oscura de buena parte de los mambises de más rango.

Ahí mismo decidieron que ese no era un buen color para pelear a su lado y comenzaron la tenebrosa exclusión de los cubanos, que apenas fueron tenidos en cuenta en el asalto final a un ejército que ya tenían a punto de mate.

No, estos cubanos no pueden gobernarse -pensaron desde entonces en inglés, ignorando un clarísimo detalle: el 80 por ciento de los combatientes mambises tenían abuelos en África.

Siempre se habla de la carta de Calixto García, pero el desagravio del agravio no fue solo su carta: una pálida muchacha que no había nacido en Cuba, pero que aquí se había instalado con todas las condiciones, entendió desde el principio que los nuevos invasores eran aun peores que los primeros y decidió actuar: ella sola ajustició a más de 2 800 norteamericanos, entre soldados, oficiales y funcionarios.

A mediados de 1900 mataba a unos 200 efectivos de ocupación por día. Hasta que consiguió lo que no pudieron hispanos ni criollos: Shafter se tuvo que llevar de vuelta a su país sus libras, su puerta y sus soldados, sobre todo sus soldados. Las mulas seguramente desertaron antes. Por todo ello corríjase la Historia: que en adelante nadie niegue que, a su manera, la fiebre amarilla fue una gran patriota.