domingo, 28 de julio de 2013

Dos hermanas

De las dos hermanas, prefiero la chica.  Es cierto: no lleva el atuendo envolvente de la otra, ni conquista con danza sinuosa, ni muestra rizos de azul esbelto; mucho menos podría caminar sobre los enormes tacones de coral con que la mayor pasea a diario por la orilla.

Pero qué le voy a hacer: con toda su miseria de muchacha de los suburbios, me gusta más ella porque, acabada la fiesta elegante en que la otra revuelve pejes gordos, la pequeña, la baja marea, nos dice de veras qué tenemos en la costa.

domingo, 21 de julio de 2013

La venganza de Troya

Acostumbrada a desconfiar, no bien pasados los primeros días del regreso de Ulises Penélope se dio cuenta del peligro: el gran guerrero ya no era del todo su marido. 

El hombre que por fin amanecía a su lado sobre el manto cuidadosamente tejido, primorosamente deshecho, debió ser burlado por alguna troyana que planeó entrar en las noches a las sábanas más blancas de Ítaca y torcerle las ganas con su vientre de vértigo, su cintura filosa, con sus ojos de lidia y sus labios de miedo. 

Ulises, el astuto Ulises, no sabía que, al volver a casa, en el pecho de querer a su reina le habían puesto un caballo de madera.

viernes, 19 de julio de 2013

Mi Congreso


Más de un amigo que quiere mi bien me pregunta por los saldos concretos del Congreso de los periodistas. Yo miro al cielo, hago como si supiera silbar y aprovecho una buena oportunidad para quedarme callado. A los más cercanos, a esos que les debo y cumplo mayor sinceridad, les respondo que no sé cuáles hubo, pero que, terminando el otro, comenzó mi congreso personal.

Así como les digo: hubo un IX Congreso general que otra vez reconoció lo que todos saben: los periodistas somos de los profesionales que, a pura conciencia, más respaldan el proceso cubano. Pero como eso no basta, yo estoy ahora mismo en medio de mi congreso. Sin palacios, sin convenciones, sin ponencias y sin quitancias.

Soy a un tiempo delegado y presidencia; me canto a mí mismo y a mí mismo me conduelo; tomo acuerdos y bebo olvidos. Me felicito y critico. Disculpen si no los atiendo como ustedes merecen: estoy usando la palabra en medio de mis sesiones. Hago ahora mismo una intervención medular. Espero que al final me sirva para algo.

lunes, 8 de julio de 2013

La firma

Alguna vez escribí de ellas. Expliqué entonces cómo a cada rato me rescatan. Sin embargo, para variar y hacer lo mismo siempre, Leydi, Marian y Nyliam saben también las técnicas de un buen secuestro.

Lo acaban de hacer. Yo estaba en casa, recién relegado (fíjense que relegado es más o menos lo contrario de delegado) de otro evento por el egoísmo de las tantas mismas veces, y ellas tres (juntas no para abusar sino para acabar rápido con mis fantasmas) me abdujeron hasta allá a puro pensamiento. Entonces resultó que, como la jurásica mascota del viejo Monterroso, estuve allí justo donde no se supuso que estaría.

Esa fue apenas su travesura del comienzo: en medio de una velada dedicada al baile, las intrépidas acapararon un teléfono para coser de nuevo los cristales de mi noche. ¡Ay de quien quisiera quitarles el auricular!  Son conocidas las inclinaciones asiáticas de Nyliam, las destrezas de Marian en judo y la tendencia de Leydi a empuñar una botella con filo cuando algún virtual conflicto lo merece.

Hay más: L, M y N me enviaron El cochero azul, un libro de Dora Alonso que por alguna razón se me escapó en la infancia, y me piden a mí, cochero silencioso, que desande con ellas la autopista de los sueños, que sea ola y trafique botellas de cariños. Yo no me sometería a tal peligro, pero qué voy a hacer si me sobornan con besos XL y abrazos infinitos.

Al pescante del coche cuelgan un contrato: se comprometen formalmente a ser tres mosqueteras y me ofrecen a mí, usual desempleado en estas cortes, ocupar la plaza de novato, nada menos que el codiciado puesto de Dartagnan. Al pie del papel, sus firmas y el espacio para asentar la mía.

Yo leo y doy gracias a quien sea que esté a cargo allá arriba por compensar cada gesto sucio con una gran grandeza. Yo leo y releo sus notas, desentraño sus caligrafías de niñas buenamente sabias. Yo pienso dónde ubicar este monumento de límpida amistad para rendirle tributo en cada aniversario cada día.

Como si llegara a palacio con la joya precisa de la reina, estoy sumergido en todo eso, armado con un bolígrafo que parece fusta celeste de cochero, espada de salvador de honras. Yo pienso, triplemente satisfecho. ¿Qué creen que voy a hacer con semejante arma…?   

martes, 2 de julio de 2013

Un tipo integral

Mis habilidades culinarias están aun por descubrirse. Hace poco compré un aguacate tan recomendado por el vendedor que uno no sentía ganas de comerlo sino de adoptarlo.

Ya en casa, para quitarle la cáscara tuve que pelarlo con un cuchillo, como si fuera una naranja.

—¡Uhhhmmm, parece que no estaba a punto! -me dije, una vez más burlado por el mercado.

Lo más curioso no fue eso, sino que a la hora de probarlo me di cuenta de que aquello sabía a mango verde. Pero no pierdo la fe: decidí pensar que todo el rollo lo produjo la versatilidad del aguacate