viernes, 30 de diciembre de 2011

Mi editorial muelero

Pues sí, se nos acaba el tiempo que nos habían otorgado para el 2011. Y este caimán se despide, sin lágrimas de cocodrilo. Tiene que hacerlo, porque son muchos los amigos que ha encontrado en el camino, pese a que nunca prometió mieles ni regaló azúcares.

Nació pequeño, en esta esquina virtual, y ha crecido con gente de aquí y de allá que le han honrado con alguna mirada y enriquecido sus arcas echándole a su charca más de un comentario.

Quiero hacer un comentario de los comentarios. Hay amigos blindados, a prueba de las letras más amargas, gente a la que ya no tengo “muela” para agradecerle semejante aliento. Ellos se salen de esta página y se instalan sin permiso en mis afectos para recordarme que la vida es bella, al margen de todo lo feo que también hemos repasado juntos en estos post e inter/cambios.

He tenido la suerte de hallar interlocutores sensibles, respetuosos, cultos y educados. En todo un año, solo dos personas optaron por la senda de la ofensa; no pude publicarles, no por la intransigencia que, entre palabrotas, me adjudicaron intransigentemente, sino porque este no es espacio para emboscadas particulares o para herir individuos de ninguna parte ni de credo alguno, ni para poner segundas o hasta primeras mejillas. Aspiro a escribir una página amorosa para con la especie humana (más que surtida ya de odios y otras musarañas) y no hay en ella cabida a mordidas personales.

Ello no niega para nada que esta sea bitácora de claroscuros, como es la vida misma, donde se puede discrepar y a la larga triunfa (al menos eso creo) la luz. Sobre puntuales penumbras, hay mucha luz en la Cuba de ahora mismo, luz suficiente para alumbrarnos y calentarnos. No obstante, también hay manchas muy nuestras, “cubanísimas” como las clarias.

Y ya termino este editorial muelero (que contraviene el nombre de mi blog), que no marcho al Polo sino rumbo al 2012. En este año que acecha estaré aquí mismo, pensando cosas nuevas para ustedes. Un abrazo.

jueves, 29 de diciembre de 2011

El primer llanto

Muchos se empeñan en buscarle hondas teorías a lo evidente. En realidad es tan simple... los bebés lloran al ver la luz porque son sabios, muy sabios.

Conocen sin memoria que todos nacemos irremediablemente enfermos: desde ese momento, comenzamos a morir.

martes, 27 de diciembre de 2011

Un regalo

Aunque algunos no se enteren, en Cuba también se acaba el año. Y una amiga me hace un regalo. Me ofrece las Obras Escogidas de Martí en tres tomos, y los tomos uno, dos y ocho de las Obras Completas que en relucientes cuadernos azules están vendiendo desde hace un tiempo las librerías cubanas.
 
Siendo honrado, tengo que ponerle un pero y pedirle un para:
 
―Es que ya tengo las ...Escogidas, pero si me las das para el niño...
 
Ella acepta. Yo diría que hasta se ve complacida de traspasarle las toneladas de ideas que lleva ese millar de páginas a Daniel, que tiene apenas 13 años. Y hasta se las dedica.
 
Yo marcho a casa, en caminata de pensamientos, alegre con mi carga. Porque no puedo todavía comprar la luenga fila de libros azules que desafían mis ansias en un anaquel, agradezco más el regalo.
 
Como sucede con ciertos libros sagrados, debía prohibirse vender a Martí, al menos en Cuba. ¿Hay crédito mejor para llevarlo bajo el brazo que sentirse martiano? La palabra de un Apóstol no cabe en una página. Muchos menos en un precio.   

lunes, 26 de diciembre de 2011

Vivirse

Pese a lo tupido de la acolchonada nubosidad, en un claro podía leerse el epitafio celestial: “En memoria —decía— de un alma noble que se nos fue y bajó a la tierra, por fin, a cansarse bien lejos del Señor”.

jueves, 22 de diciembre de 2011

Manzanas prohibidas

Cualquiera de ellas camina sin prisa, enfundada en hábitos de afuera y adentro: la tela infinita, la austeridad, la misma calle, idéntica hora, similar paso, igual saludo y una puntualidad casi divina que nada parece saber de este mundo.

Tanta mesura escandaliza. Es todo un ruido a la pupila de los “machos”. Unos las miran con indiferencia, otros no las ven; estos les arrojan silencios y aquellos, incomprensión.

Ha de ser fuerte el velo que de lo alto les dieron, porque ninguno parece ubicar sus rostros en sus mapas ni percatarse de que hay allí, al Sur de las recogidas cabelleras andantes, cuerpos sin Mancha, tal vez dulcinéicos.

En tanto silencio, hay en las hermanas mucho que descubrir: bajo esa muralla textil que nadie toma por asalto viven montañas de estrógenos precolombinos, traviesos, intactos... que Dios puso allí para tentar a navegar rumbo al Poniente, a levantar motines, a establecer ayunos y a imaginar tesoros inimaginables.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Tiempos postmodernos

La consulta estaba llena de pájaros con fracturas en el pico. Era común desde que comenzó en el pueblo la carpintería de aluminio.

martes, 20 de diciembre de 2011

Remisión

Cada vez que oigo hablar de "envidia sana", solicito que a la susodicha se le haga un examen de resonancia magnética con la mayor urgencia.

lunes, 19 de diciembre de 2011

Cuatro camisas

Recién estuve en casa de un muerto entrañable. Fui, a pedido de su familia, a recrearlo. Sí, a re crearlo: a compartir historias que nos confirman que todavía anda por ahí, suelto y sin transplantar, con su cubanísima estampa de jodedor criollo, con su porte de Quijote muy loco montado en una moto y de médico de otro mundo, neurocirujano (le dijo alguna vez alguno) sin cara de neurocirujano.

La gente no lo deja en paz porque sabe que el descanso no es lo suyo. Se dice tanto y tan bueno todavía que por su tumba ya han visto rondando leyenda: “En un lugar de Camagüey, de cuyo nombre...”

Lo primero que comprobé fue que él vive en su casa; no muere en el cementerio. Y como anfitrión principal de mi visita, le vi en constante ajetreo, ocupándose de que en mi sexteto de horas por allí yo la pasara bien con su madre y hermana, dos contundentes versadoras, y con su padre, un interlocutor rulfiano.

La charla a veces pareció montaña rusa: en ojos de las mujeres, las lluvias llegaban sin respetar el parte meteorológico y podían inundar los dos opuestos pluviómetros de las lágrimas, pero siempre el orgullo vencía a la amargura. Así, el reloj corrió sigiloso.

―No sé si tienes prejuicios... -me dijo al cabo la madre, antes de mandar a darme algo.

Le respondí que no, que pocos, aunque me abundan certezas de no merecer. (Aquí omito, por supuesta, una controversia de afectos...).

Bueno, el asunto es que acepté, cual presente de alma y no como obsequio de tienda, algunas camisas que antes llevó mi amigo. Willy no iba a rendirse con la muerte; ahora anda multiplicado, porque otras personas recibieron regalos similares.

No sé cómo les irá a ellas, pero a mí, que vestiré esas piezas con la honra más grande que consiga, solo me preocupa saber si llenaré, con la talla precisa que hace falta, el hondo surco izquierdo de esas cuatro camisas.  

viernes, 16 de diciembre de 2011

Retorno

Cuando era pequeño, las ranas eran para mí Rubieras verdes: ellas me anunciaban, en vivo y sin margen de error, que había par de chubascos a la vuelta del tejado. 

Las ranas movilizaban en casa el consejo de defensa y, al escucharlas, todos sabíamos qué hacer en previsión de gotas que, sin falta, iban a caer. Era música pura el tic tac sobre palanganas y cazuelas de dispar acústica como banda sonora del coro de los batracios más desafinados de este mundo.

Las ranas eran mis compañeras de baño en aquellos interminables aguaceros que parecen perdidos para siempre, tal vez un pedazo más en la inmensa rodaja de mercado que voló cuando el finado campo socialista se llenó de maleza.

Una amiga que tiene la embotelladora virtual más hermosa que conozco ―donde llena los frascos de afectos y los regala, sin comprobantes ni etiquetas― relató hace poco la historia de la rana que, tras recibirme en casa hace unos años y partir al medio las cuitas de ambos, desapareció sin más, como verde unicornio.

Croando la dejé, y desapareció. Yo, que sé el tamaño de Silvio, no me atrevía a escribirle una canción, pero quedé igual que el trovador: dispuesto a pagar, por la información que ruego, los cien mil o un millón... que jamás voy a tener.

No se conmovió, no vino, parece que nadie sabe de ella. Sin embargo, justo ayer vi otra: más pequeña, más traviesa, más esquiva, pero con la seductora estampa de rana de compañía de su antecesora. Estaba en el mismo lugar donde vivió la otra. Mar pensado, como soy, quiero imaginar que es la hija de aquella (¿que encontró pareja y se mudó a casa más amplia?) y viene a reclamar sus derechos dinásticos en mi lavadero.

Cuando la vi, retrocedí con sigilo, me aparté callado, temeroso de espantar con mi brisa de encantador de ranas a ese ángel sin alas que, en lo que me acompaña, pudiera de un canto devolverme  todos mis aguaceros.  

jueves, 15 de diciembre de 2011

León en la cola

Tras el taquillazo, las ventas, los flashes, la manada de admiradoras y los autógrafos, el Rey León viajó por fin a Las Vegas. Allá se quedó, como un simple emigrante económico. Dicen que hoy es empleado del rey neón.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Intifada

Hace un tiempo, Yasser Arafat fue llamado de urgencia a conducir la lucha en otro frente: Abu Ammar partió y vio con agrado cómo sin armas allá arriba, ¡sin piedras siquiera!, las almas palestinas tiran fragmentos de nubes al agresor porque los muertos israelíes no las dejan descansar en el Cielo de su pueblo.

martes, 13 de diciembre de 2011

Indignados

Definitivamente, la soledad sabe escoger muy bien su compañía. Mucha gente buena, muchas almas claras, parecen ya ser parte de sus íntimos.

—Es la época de la comunicación -chillan los aparatos.

—Es la era de la incomunicación  -calla la gente.

Los individuos jamás nos vimos a tal extremo individuales. Y es así como Doña Soledad, ese vacío con nombre de bolero y atuendo hermafrodita, atrapa en las esquinas  a un montón de ellos y a una porción de ellas que estando tan nosotramente cerca viviremos a lo vosobramente, negados a juntarnos.

Varios amigos, y amigas por montones, escriben a menudo sobre esta seductora del todo indeseable que les separa incluso del prójimo más próximo.

Pero por suerte hoy corren tiempos de revuelta. Los solitarios pudiéramos juntarnos e ir de huelga. Pudiéramos sumarnos e ir de juerga. Pudiéramos jugarnos e ir de suma. Pudiéramos vestirnos de indignados y dejar en su casa de gobierno, muy solamente sola para siempre, muy suyamente suya sin pareja, a esa negrura pálida llamada Soledad. 

lunes, 5 de diciembre de 2011

Fertilidad

En la apasionada Italia, el dueño de un viñedo ha hecho un gran experimento: colocó altavoces al pie de los surcos y comprobó cómo las matas que escuchaban música, la "belísima" música clásica, crecían más vigorosamente y parían más (mucho más) y mejor (molto mejor), que las otras.

Al enterarme, comprendí por qué una parte de las mujeres del mundo paren cada vez menos.