jueves, 28 de febrero de 2013

Segundas partes...

Rebelde lacónico como es, Juan Rulfo llegó a lo alto y pidió en seguida un despacho con Dios.
 

—¿Tiene usted alguna queja?, -preguntó el Creador al mexicano.
 

—Nos han dado el Cielo… –comenzó el escritor, y Dios, que había leído aquel cuento de El llano en llamas, sólo se puso las manos en la cabeza.

miércoles, 27 de febrero de 2013

Mosqueteros

Pudieron ser otros; esta vez fueron Lima y Oscar. Nuestros primeros estrechones de manos se pierden, y aparecen, en los lejanos ’80. Eran otro siglo y otra Era y, matancero uno, espirituano el otro, camagüeyano yo, coincidimos en la muy noble y modesta Universidad de Oriente.
 

Santiago de Cuba nos unió con hilos poderosos. No se ven las costuras, pero algo fuerte nos ata como para hacer que nos busquemos a esta hondura de nuestras vidas. Tales puntadas marcaron dos caminos hasta el Yaguajay de Oscar: yo viajaba desde mi llana ciudad; Lima, desde Caracas, “vía” su natal Perico.
 

Porque Luis Lima, el rápido de Perico según la muy naif crónica deportiva de Becas Quintero, se enamoró temprano, en esos ’80 en que Cupido parecía menos arrogante, de una hija de Venezuela. Y allá se fue a vivir poco después el matancero amigo.
 

No hace falta decir más, quizás apenas aclarar que la versión mejorada de su billetera no le mareó las brújulas del alma. Y que de año en año regresa y pacta encuentros con los ex muchachos del aula.
 

De Oscar apuntaré poco: siendo sin dudas el fotorreportero más pequeño de Cuba, asombra que pasados los 40 no deje de crecer. La nobleza interior que por décadas amenazó estallar su cabeza, optó por ensancharle el vientre, mas no puede frenar las correrías de imágenes que el gigante repite con bolsa de Meñique por toda la Isla.
 

Nos encontramos y me alegró más que fuera en Yaguajay. No puedo explicarlo, tampoco hace falta, pero sigo creyendo que tengo en algún sitio de mi laberinto genético algún gen de Sancti Spíritus. Pese a los años que, como troncos, el tiempo tira al medio entre amigo y amigo, volver allí es siempre para mí llegar a casa. No importa el asunto al que vaya ni las horas que tenga: el grupo siempre  renueva mi militancia espirituana.
 

Allí, Lima y Oscar actualizaron afectos que ayudan a esperar el mañana. Más dispares por fuera que Athos, Portos y Aramís, mucho más, formamos una intercambiable tríada de mosqueteros que puede completarse con D’Artagnanes espirituanos, camagüeyanos, tuneros, granmenses, santiagueros, villaclareños, avileños…
 

Varios estudiantes de aquellos grupos de Periodismo pueden llegar y sentarse a hablar en son de hermano. Cualquiera de ellos puede salvar la honra de una reina si lo vale la reina y no el joyero. Muchos años después, frente al pelotón de envejecimiento, no me abandona la certeza: como Lima y Oscar, cualquier amigo de entonces aparece un día en medio de un peligro y nos recuerda juntando las espadas: 

—¡Uno para todos…!

lunes, 18 de febrero de 2013

Escritos en la arena

Las playas, he ahí mi inconformidad (quizás la única seria, descontando el salario); las playas, mi apetito irresuelto. Debe ser porque nací de una de ellas, pero el caso es que no lo acepto: miles de kilómetros de abulia, incontables olas desperdiciadas, brisas sin desembocadura humana, millones de cuerpos sin insinuarse bajo el sol puesto a secar en el largo cordel del horizonte.
 

Por años, mi desconcierto se ha dorado la piel lejos del mar. Y ya pasa un trecho de mulato. Jamás voy a entender, por mucho que no expliquen, por qué no aceptamos en masa un regalo que Natura, triturando corales con paciencia milenaria, nos envolvió en blancos papeles de archipiélago.
 

Allí están los cayos, envejeciendo a solas como abuelos inútiles; allá, la arena, contando granos cual avara banquera; acullá, los cocoteros beben su propia agua en trago de amargura. Y tantos aquí, tantos así, soñando con ellos.
 

No sé de las serpientes. Yo sueño con playas transparentes en mi cama barco. Mis sábanas son velas. Yo sueño con playas y mientras sueño sé que una de ellas escribe en su arena:
 

—Los bañistas, he ahí mi inconformidad… 

domingo, 17 de febrero de 2013

Cascorro

Por teléfono, una amiga que no conozco me habla de Cascorro. Yo no he vivido la experiencia todavía, pero se dice que en ese pueblito camagüeyano la gente acostumbra enamorarse lanzándose piedrecitas.
 

Desde niño escucho las historias. Y cada vez que veo a una mujer hermosa con una pequeña cicatriz, me alumbra la certeza: “Esa pasó por Cascorro”.
 

Aquí, en confianza, debo reconocer que tengo mis ansias de poder. Hubiera querido hacerme diputado en las recientes elecciones. Diputado por Cascorro, claro está. Mi primera propuesta sería una Ley que prohibiera barrer las calles de Cascorro: sería un crimen que se ponga a la vista una belleza y uno no encuentre cartuchos para conquistarla.

sábado, 9 de febrero de 2013

Alineación planetaria

Los premios verdaderos no son sino réplicas: cual orgasmos tardíos de un terremoto, llegan algo atrasados, cuando una saga de jurados comunes ya los han entregado sin ceremonia en plena calle, con elogios inéditos, estrechones silvestres, abrazos sin acta... 

Tal es el caso del Premio José Martí por la Obra de la Vida que, al fin, José Alejandro Rodríguez puede mostrar en un diploma. 

Infinidad de cubanos lo sabíamos, siempre lo supimos, y no podíamos dejar de preguntarnos cómo era posible que los jurados, que al fin y al cabo están para saber, tardaran tanto en enterarse. 

Parece que alguno de nosotros (un soplón o un amigo, qué importa ahora el detalle) le pasó la seña al tribunal para que se pusiera al día de una buena vez. 

Entonces, en este febrero se produjo la esperada conjunción entre lo que pensaba la gente del gremio periodístico, lo que nos dice la obra de Pepe y lo que estableció el jurado. 

Resulta que pasada la “mayísima” fecha del 21 de diciembre del 2012 se produjo en efecto una alineación planetaria. Mercurio, Venus, Saturno, Marte, Júpiter y algunos más pasaron formados por el habanero reparto Bahía para felicitar a este hombre que a diario comete el error de creerse un tipo común pese a que sus letras le delatan en seguida la condición.  

Pepe anda por la complicada galaxia nacional como el planeta errante Nibiru, chocando con arrojo y amor las naves con aspas que todavía abundan.  

No es un santo inocente, Dios lo libre. Su Premio tiene consecuencias astronómicas. Si alguien quiere saber la causa de la acumulación gravitatoria de felicitaciones auténticas y satisfacción compartida, si alguien pregunta el origen de la comezón capilar de los manchadores de Sol, pues hállelas en el reconocimiento al cronista que pudo vender su pluma al elogio y decidió sacrificarla a la cuartilla, a menudo cortante, de la justicia. 

A su modo, él es como el tocayo que nombra el Premio: una dosis poco común de belleza en el valor. Por eso su agasajo es una réplica que no cesará, aunque a decir verdad, a Pepe ya un montón de colegas le habíamos entregado el José Martí, así como es él… ¡a pepe…!

domingo, 3 de febrero de 2013

Altruismo

Dicen que Patrice Motsepe, el empresario sudafricano que tiene unos 2.650 millones de dólares en la cartera, donará la mitad de su riqueza a los pobres. Ante noticias como esa, realmente gratificantes, uno se sensibiliza sobremanera. Leyéndola, yo he decidido hacer lo mío: ofrezco donar la mitad de mi pobreza a los ricos.