lunes, 18 de febrero de 2013

Escritos en la arena

Las playas, he ahí mi inconformidad (quizás la única seria, descontando el salario); las playas, mi apetito irresuelto. Debe ser porque nací de una de ellas, pero el caso es que no lo acepto: miles de kilómetros de abulia, incontables olas desperdiciadas, brisas sin desembocadura humana, millones de cuerpos sin insinuarse bajo el sol puesto a secar en el largo cordel del horizonte.
 

Por años, mi desconcierto se ha dorado la piel lejos del mar. Y ya pasa un trecho de mulato. Jamás voy a entender, por mucho que no expliquen, por qué no aceptamos en masa un regalo que Natura, triturando corales con paciencia milenaria, nos envolvió en blancos papeles de archipiélago.
 

Allí están los cayos, envejeciendo a solas como abuelos inútiles; allá, la arena, contando granos cual avara banquera; acullá, los cocoteros beben su propia agua en trago de amargura. Y tantos aquí, tantos así, soñando con ellos.
 

No sé de las serpientes. Yo sueño con playas transparentes en mi cama barco. Mis sábanas son velas. Yo sueño con playas y mientras sueño sé que una de ellas escribe en su arena:
 

—Los bañistas, he ahí mi inconformidad… 

4 comentarios:

  1. Como siempre... has dado en el clavo. Y que conste que las olas me lo confirmaron!!

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    1. Gracias, Marian. Tú sí sabes de las cosas de este post. Lo llevas en el nombre y en la sangre... digo, en el agua.

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    1. Pues gracias por venir por aquí. Repita cuando quiera. Un saludo.

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