Los premios verdaderos no son sino réplicas: cual orgasmos tardíos de un terremoto, llegan algo atrasados, cuando una saga de jurados comunes ya los han entregado sin ceremonia en plena calle, con elogios inéditos, estrechones silvestres, abrazos sin acta...
Tal es el caso del Premio José Martí por la Obra de la Vida que, al fin, José Alejandro Rodríguez puede mostrar en un diploma.
Infinidad de cubanos lo sabíamos, siempre lo supimos, y no podíamos dejar de preguntarnos cómo era posible que los jurados, que al fin y al cabo están para saber, tardaran tanto en enterarse.
Parece que alguno de nosotros (un soplón o un amigo, qué importa ahora el detalle) le pasó la seña al tribunal para que se pusiera al día de una buena vez.
Entonces, en este febrero se produjo la esperada conjunción entre lo que pensaba la gente del gremio periodístico, lo que nos dice la obra de Pepe y lo que estableció el jurado.
Resulta que pasada la “mayísima” fecha del 21 de diciembre del 2012 se produjo en efecto una alineación planetaria. Mercurio, Venus, Saturno, Marte, Júpiter y algunos más pasaron formados por el habanero reparto Bahía para felicitar a este hombre que a diario comete el error de creerse un tipo común pese a que sus letras le delatan en seguida la condición.
Pepe anda por la complicada galaxia nacional como el planeta errante Nibiru, chocando con arrojo y amor las naves con aspas que todavía abundan.
No es un santo inocente, Dios lo libre. Su Premio tiene consecuencias astronómicas. Si alguien quiere saber la causa de la acumulación gravitatoria de felicitaciones auténticas y satisfacción compartida, si alguien pregunta el origen de la comezón capilar de los manchadores de Sol, pues hállelas en el reconocimiento al cronista que pudo vender su pluma al elogio y decidió sacrificarla a la cuartilla, a menudo cortante, de la justicia.
A su modo, él es como el tocayo que nombra el Premio: una dosis poco común de belleza en el valor. Por eso su agasajo es una réplica que no cesará, aunque a decir verdad, a Pepe ya un montón de colegas le habíamos entregado el José Martí, así como es él… ¡a pepe…!
Mila: de seguro José Alejandro, o Pepe -como nos atrevemos a decirle incluso los colegas más jóvenes que no hemos tenido la suerte de tenerle nunca entre nuestros interlocutores directos, y nos conformamos con leerle o disfrutarle en las anécdotas de otros como tú que sí eres privilegiado- guardará este elogio-retrato en un sitio tan especial como ese diploma que no logrará resumir cuanto él merece... siguiéndole aun en el anonimato haremos el periodismo y la Cuba mejor que él y muchos anhelamos
ResponderEliminarSí, Daicar, Pepe es un grande de este país, una gente que está para mostrar y demostrar a los incrédulos y a los que no tienen ninguna fe en el gremio cuánta altura puede alcanzar nuestro mejor periodismo. Por eso su Premio nos dio tanta alegría.
EliminarMila, bien lo has escrito tú, Pepe Alejandro es otro de los grandes Pepitos del periodismo de este país y se merecía desde hace años este premio, porque tiene de sobra ganado el otro, el más importante, el que da la gente con un sí de la pupila, un "sí, este tipo escribe lo que hay que escribir, sí, voy a hacer un chance pa leérmelo de punta a cabo, sí, esto habla de las cosas de las que hay que hablar en la prensa". Pepe Alejandro tiene ese otro magno premio desde hace mucho, y creo, creo yo, que este jurado alumbrado le ha ganado prestigio al lauro en cuestión al otorgárselo a él, no viceversa.
ResponderEliminarBueno, tú lo has escrito también, María. Creo que los honrados de Cuba votan unánime en este caso. Yo estoy seguro de que a él ya se le olvidó que recibió este Premio. Por eso lo mererce tanto.
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