jueves, 30 de septiembre de 2010

La guagua y la cordura

Parece que aterriza la tarde. Se le acaban al día los pretextos laborales: el sol cumplió su jornada y se va a engañar a la otra mitad del mundo con el viejo cuento de que hace la luz. Yo no soy el sol ni he cumplido mucho pero también tengo que irme prometiendo que mañana regreso iluminado.

Ya en la calle, corro unos cuantos metros con obstáculos —mi frustración olímpica— y a pellizco limpio alcanzo la ruta 2. En la guagua va un loco que dice a puro grito que a esa hora, a esa mismísima hora en que algún bache ha de tragarnos para siempre, su Lisandra lo está tocando con un tipo. No es lo que más duele, nos confiesa: al despechado le incomoda hasta el juanete que sus vecinos sigan haciendo una caldosa y le digan que no mirando al cielo con ojos cederistas, que no vieron nada de nada… sólo vianda.

—¡Eso es lo que más me encabrona a mí, lo de la vianda! –rezonga el infeliz al bajarse en su parada mientras la guagua estalla en carcajadas y continúa repleta de almas, justo derecho al Hospital Siquiátrico.  

viernes, 24 de septiembre de 2010

Ahorro

Siempre es clara la paz de los cementerios
Recuerdo que en la otra vida que es la infancia, en mi natal Santa Cruz del Sur se acostumbraba despedir el paso de los muertos con el encendido de las luces de los frentes y portales. La carroza funeraria avanzaba por las calles rumbo al cementerio y cada hogar le hacía al finado una silenciosa reverencia solar, tal vez como anticipo de lo que le esperaba por allá arriba. Supongo que era lindo marcharse tan radiante de este mundo.

Ya no está la costumbre; murió hace tiempo, o la matamos de un cortocircuito, y se fue a oscuras de ese pueblo en el que las noches parecen más nocturnas de la cuenta. Los muertos de ahora son muertos ahorradores que quieren irse en paz con sus parientes: “Imaginen —dice algún vivo perspicaz—, si cada difunto arrastrara a la tumba tres kilowatts de paseo, sus dolientes tendrían en la tarde otros motivos de luto”.

Es el ahorro. Ahorramos hasta la vida para que nos dure más. En mi mente no: allí derrocho cuanto quiero. Allí recuerdo los adioses claros a los viejos de mi tierra y sueño, de vez en cuando, que en algún hogar del sur quede un destello para el día que yo parta.

Ozonoterapia

Ante la giardiasis padecida por el señor expresidente, el tratamiento de su médico de cabecera parecía venganza de ecologistas: le indicó a mister Bush una capa de ozono en su agujero.

Precisión

El Guamá aunténtico no era de piedra
Dicen los historiadores que allá por Baracoa murió el cacique Guamá, no a manos de los españoles que hostigó con hincante eficacia en las lomas orientales a lo largo de diez años, sino con la frente aplastada por el recio macanazo de su hermano. Los rumores llegan lejos: ya todos sabemos que el indio insurrecto se acostaba con su cuñada. Fue otra la macana que lo mató.

Marketing

El Diablo buscó en la guía comercial. Estaba aburrido de comprar pobres almillas y quiso lanzarse a lo grande. En el libraco, luego de llenarse los ojos de millones, se decidió por Mister X, un alto ejecutivo de una firma de éxito. Regateó con sus diabluras características y por fin le ganó la puja a Dios. Bajada  de urgencia, tomada entre sus patas con un calor inusual, el Diablo vio cómo el alma del mister se le quebraba en mil pedazos. Nadie le advirtió que Lehman Brothers fue a la bancarrota.

martes, 21 de septiembre de 2010

Creyentes

A sólo unos pasos de ellos, el caballo de bronce de Ignacio Agramonte devora el tiempo como si fuera metálica hierba. Los dos muchachos creen que acaban de inventar el beso lingüístico y se apresuran a patentarlo con disciplina académica, paciente y públicamente, bajo la espada del héroe que se llevó a la tumba los secretos de los labios de su Amalia.

Un turista revolotea por allí. Tiene una malformación en el hombro… no, es una cámara. El hombre blanco cree que acaba de descubrirnos, de descubrirlos, y comienza a grabarlos con asombro llegado de la mar océana, torpe e indiscretamente, frente a los ojos de transeúntes que no comprenden cómo el dinero a veces tiene tanta indigencia de sentido común.
 
Tendrá unos ocho años. El niño lleva sus armas de plástico, desenvaina y corta el aire mirando de reojo al rígido General montado en el caballo. Cree, el pequeño, que un buen amigo suyo llamado Julito Sanguily fue secuestrado por muchísimos malos y se dispone a salir a rescatarlo. No importa que en el lance apenas le acompañen 35 amiguitos de la escuela.

viernes, 17 de septiembre de 2010

¡Mujeres en la vía!

Una evidencia parece desmentir que Estados Unidos bloquee a Cuba con feroz paranoia: las mujeres. Caminan por toda la Isla con hermosura intacta, tan rotunda y contundente que es fácil culparlas de que las calles, especie de urbano paisaje lunar, estén a menudo en estado deplorable.

Y en las tardes llegan a una casa, casi siempre surtida con abundantes “no hay”, donde el principal lujo, entre otros pocos similares, es disfrutar de su compañía y su conducción. Porque las cubanas, en efecto, no reflejan en sus actos, ni muestran en sus rostros, ni sugieren en sus cuerpos la afectación de 751 mil 363 millones de dólares que los dictadores de Washington —al parecer impermeables al encanto femenino, como buenos emperadores— han ocasionado a nuestro pequeño país en los últimos cincuenta años.

A despecho de Helms Burton, de Torricellis, de Obamas y de otros tipos que nunca sabrían piropearlas, ellas salen en las mañanas de esas casas de sencillos adornos, con persistente alegría caribeña, a ratificarse y a ratificarnos que, pese a todo, la vida es bella.

Siluetas de pelo largo llenan el paisaje con sus formas y arman para el desafío del día a los cubanos, recios flacos como yo, jodidos por el bloqueo, que aplaudimos que estas mujeres de curvas rebeldes sigan rompiendo a taconazos las calles donde constantemente nos arriesgamos al tropiezo o la caída, tan solo para mirarlas.