viernes, 17 de septiembre de 2010

¡Mujeres en la vía!

Una evidencia parece desmentir que Estados Unidos bloquee a Cuba con feroz paranoia: las mujeres. Caminan por toda la Isla con hermosura intacta, tan rotunda y contundente que es fácil culparlas de que las calles, especie de urbano paisaje lunar, estén a menudo en estado deplorable.

Y en las tardes llegan a una casa, casi siempre surtida con abundantes “no hay”, donde el principal lujo, entre otros pocos similares, es disfrutar de su compañía y su conducción. Porque las cubanas, en efecto, no reflejan en sus actos, ni muestran en sus rostros, ni sugieren en sus cuerpos la afectación de 751 mil 363 millones de dólares que los dictadores de Washington —al parecer impermeables al encanto femenino, como buenos emperadores— han ocasionado a nuestro pequeño país en los últimos cincuenta años.

A despecho de Helms Burton, de Torricellis, de Obamas y de otros tipos que nunca sabrían piropearlas, ellas salen en las mañanas de esas casas de sencillos adornos, con persistente alegría caribeña, a ratificarse y a ratificarnos que, pese a todo, la vida es bella.

Siluetas de pelo largo llenan el paisaje con sus formas y arman para el desafío del día a los cubanos, recios flacos como yo, jodidos por el bloqueo, que aplaudimos que estas mujeres de curvas rebeldes sigan rompiendo a taconazos las calles donde constantemente nos arriesgamos al tropiezo o la caída, tan solo para mirarlas.

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