miércoles, 30 de mayo de 2012

Alta política

La anécdota es simple, pero a menudo el destino del mundo pende de un hilo más fino: mientras iba a comprarle algunas cosas para su mesa, perdí la jaba de una amiga. Cumplido el cometido, me disculpé mil veces, y mil veces respondió que no importaba.
 
Pero a mí sí, de modo que ahora negocio con su hija cierto tráfico ilegal; más bien una introducción de mercancía (porque la vida a veces imita al mercado) que consistiría en lo siguiente: yo entrego otra jaba y la muchacha la deja caer, como al descuido, en la cocina familiar. Después la familia adopta a la recién llegada y punto.
 
Continúo con la jovencita la gestión diplomática a dos bandas (resulta que ella tampoco concuerda con mi política) y ya compré la jaba sustituta. Me la vendió un cubano simpático y carismático, un jabero jaba'o, al que pedí cambiar la primera que había tomado:
 
―¡Cómo no, si no hay la que usted quiere, la mandamos a hacer por internet...!
 
Entre nos, yo estoy seguro de que él apenas sabe de esa net nuestra que está por los cielos, de esta net en la que a cada rato tengo que enredarme, pero tampoco tengo dudas de que de su amabilidad la Red de redes tendría que aprender. Fue el nuestro un diálogo fresco, un negocio fugaz que con tres pesos nos tornó millonarios, una confirmación adicional de que en la gente sencilla se refugia mayúscula grandeza.
 
El vendedor de jabas, el anciano de sombrero de guano y sudada camisa, me enderezó la mañana y me renovó los ánimos para ir a discutir con buenas maneras, en esa ONU trascendental que es mi barrio, mi aspiración de que al fin mi amiga acepte mi jaba como ofrenda de afecto. ¿Qué dirían los niños de mañana si ella provocara el holocausto... por una jaba?    

lunes, 28 de mayo de 2012

Pesquería

Espantó una mancha de rosados pargos y esperó. Al momento vio bajar, de la silueta del bote, el brillo del anzuelo. Ahora el tiburón solo tiene que halar el cordel.

jueves, 24 de mayo de 2012

Glaciar

A André McCollins no se le quita el frío. Hace diez años, cuando él tenía 18, sus profesores lo ataron y torturaron por varias horas, sometiéndolo a descargas eléctricas que casi lo desenchufaron para siempre de este mundo, solo por negarse a quitarse el abrigo.

No lo escribo yo; lo muestra un vídeo que circula en internet con una más que fílmica antesala: “Las imágenes pueden ser perturbadoras”. 

La verdad puede ser perturbadora. El exalumno de la escuela para discapacitados de Rotenberg, en Canton, Massachusetts, no esperaba esa respuesta “pedagógica” de sus profesores, que en inédita lección de inhumanas geografías se burlaron de él, de Norte a Sur, y lo privaron de agua y alimentos desde Oriente hasta Occidente.

Su abrigo fue una especie de bandera en cuya defensa por poco pierde la vida y esta historia terminó en un hospital que bien pudo ser de guerra. Ganó esa cruenta batalla, pero el frío sigue intacto: André McCollins lleva cubiertos los picos de su cabeza con los hielos eternos del autismo.

miércoles, 23 de mayo de 2012

Think tank

Como estamos en plena primavera, no asombra el pronóstico: el amigo Rogelio se piensa casar. Y por esa ley no escrita en Cuba de que quien se casa, casa no tiene, el muchacho y su novia están armando un nido temporal en Camagüey, con hierbitas de aquí y palitos de allá.
 
La pareja, que no puede soñar con un folclórico tinajón, busca un tanque plástico para acopiar agua; así que cuando pasé por cierta esquina y vi a un hombre vendiendo uno, rechoncho y azul como el mar, no pude menos que abordarlo cual especie de padrino, sino de novios, al menos de recipientes.
 
Al otro día le avisé a Rogelio y éste en seguida reclutó a Alejandro, otro intrépido afectuoso, para ir a hacer negocios. Pero en la casa de marras solo hallaron a una pareja de viejitos:
 
―Abuela, ¿aquí no venden un tanquecito? -preguntó Alejandro a la dulce señora.
 
―No mi'jo, aquí no hay niño chiquito -respondió con voz encanecida.
 
Trabajo les dio sacar en limpio que su nieto, que era quien vendía el celeste barrigón, ya había cerrado el trato.
 
Mis amigos me contaron: todavía cuando salían por aquella puertecita de la calle San Patricio escuchaban el lamento de la anciana:
 
―¡Ojalá tuviéramos niños chiquitos...!
 
Yo espero que el tanque aparezca y sea firme anillo de bodas. Yo espero que, en muchas décadas de unión, Rogelio y Lizet se encarguen de concretar el sueño imposible de aquella abuela.

lunes, 21 de mayo de 2012

Alivio

Cuando Van Gogh perdió una oreja se dio cuenta, de repente, que media humanidad ya no hablaba mal de él.

jueves, 17 de mayo de 2012

Yanetsy la rescatista

Desde hoy, Yanetsy León es Máster en Ciencias. No le hacía ninguna falta, porque ella es de esos profesionales que muy temprano demuestran que no tienen que demostrar nada, pero ya que ganó su título, bienvenido sea. Ese certificado, que en otros parece pose, fuerza, injerto y lentejuela, le ajusta a ella cual cristalino zapato porque lo llevará en el baile de la vida con sapiencia y humildad. 

No se dejen engañar: pese a su cuerpo menudo y su acento de súplica, Yanetsy es, además de reportera cultural, rescatista montaraz, de las que se lanza de la torre del castillo y con su blanco pañuelo de clamar iza al caballero herido. Por ello su Tesis apuntó a esa zona luminosa y apagada de la obra de Nicolás Guillén: las crónicas periodísticas.

No por casualidad, Yanetsy vive apenas a tres o cuatro cuadras de la casa donde Guillén, ese camagüeyano raigal, llegó al mundo como verso o titular un día de julio de 1902. Entonces, en su estudio le buscó, le halló y le trató con el respeto y la confianza que se tienen al colega y al vecino mayor:

―Revísame aquí, Nicolás...

Oyéndola discutir sin discutir en casa de Luis y Olga, yo imaginaba a Guillén paseando por su calle ―cuando su aureola de Poeta Nacional bien pudo cercenarle andadas― y adivinando frente a la puerta de Yanetsy que allí viviría una “nieta blanca” que indagaría sobre ciudades enfermas, urbes como mujeres y tintas de vieja imprenta.

El resultado del ejercicio académico es fácil de adivinar: un 5 y muchos elogios, una sidra fugaz y unas galleticas casi tan finas como Yanetsy, pero yo que estuve allí reparé poco en las notas y en la ceremonia. Me satisfizo más esta mañana de jueves ser testigo de otra victoria del Bien. Siempre gano una batalla cuando triunfa un alma noble.

Mi amiga Yanetsy es Máster, pero yo, que sigo siendo apenas licenciado, confío en que en adelante respete mis jerarquías de afecto para compartir con ella, para mirar con lupa amiga los textos de su página y de mis blogs, para idear a dos cerebros qué aliento dar a un tercero y también, por qué no, para  para comerme las guayabas que ella roba a cada rato, para mí, de una parcela familiar. Porque a mí, sin ser Guillén, sin tesis ni papeleo, la ahora Máster Yanetsy me ha rescatado un montón de veces.   

miércoles, 16 de mayo de 2012

Cicatriz

Mi tobillo derecho muestra una tenue cicatriz. El tiempo, que es un tipo duro e insensible, persiste en nublarla cada vez más. Y yo trato de conservarla con un marcador de hechos gratos que escondo en mi cabeza.

Me hice esa herida hace casi treinta años, en un cayo escondido allá por Las Doce Leguas, al Sur redundante de mi Santa Cruz sureño. Cortaba palos con el viejo para levantar un rancho en el patio de nuestra casa y el machete rasgó también abajo del delgado tallo que semeja una de mis piernas.

La sangre no llegó al mar: sereno, el viejo rompió su camisa y con la picadura del cigarro hizo una pasta que no sé por cuál arte o sugestión detuvo el peligro. Después de una semana lejos del mundo, regresamos al pueblo en un barco de pesca cargados de aquellos cujes. Yo llegué a casa acompañado de una nueva cicatriz.

Como gran agente del servicio secreto, el tiempo es frío y calculador y empuña en su diestra un revólver borrador: tumbó de un disparo el rancho que hicimos y en una emboscada de malignas células después se llevó a mi viejo, pero aun no ha podido ganarme nuestra disputa de señales en el pecho. Con la anécdota, yo lustro a menudo mi cicatriz, esa marca en mis mapas para encontrar los mejores recuerdos de mi padre. 

martes, 15 de mayo de 2012

Celo

El buenazo de Robin había hecho tan bien su trabajo que un día recibió, por fin, una comunicación con sello real:

―Le informamos que, gracias a su celo, se acabaron los pobres en Nottingham. Pase por la caja y liquide. No precisamos ya de sus servicios.

viernes, 11 de mayo de 2012

...El Mayor sin su herida...

Una bala, escondida entre la hierba, entró en su sien derecha y El Mayor no supo que moría. Tan ocupado estaba, está, en su atención a Cuba, que 139 años después no se ha enterado. Las cartas le dicen que, a más de un siglo de distancia de su boda, Amalia le espera, impaciente y amorosa, y ese es un premio a todas sus batallas.
 
Está ocupado, entonces, en preparar a sus “…jinetes rápidos como el instante”, en continuar su obra de maestro y General y en liberar un Sanguily por cada día. Solo esa bala que no vio en Jimaguayú le impidió hacer otro rescate en San Lorenzo, porque vergüenza sobraba para eso.
 
Agramonte sigue cabalgando: no lo detienen “tigres” ni “abriles” españoles, aun Martí ve cómo en su campamento cura el médico cuando censura el General. Ignacio es, ahora como nunca “…un ángel para defender, y un niño para acariciar…”
 
A El Mayor no le han informado —sus hombres no se animan a contradecirlo— lo que se comenta de su cadáver: que ha sido incinerado y esparcido. Agramonte sabe que en el fondo es el pretexto de una débil soldadesca que nunca podrá meter su nombre en una tumba.
 
(Las citas son de José Martí)

jueves, 10 de mayo de 2012

Madres malcriadas

Pocos seres hay en el mundo tan malcriados como una madre. La mía es un desastre: desde niño le prohibí ponerse vieja y, después de tanto tiempo, pasados sus setenta, se me empezó a descarriar: una cana rebelde, una arruga a escondidas, un cansancio insurrecto… hasta que perdí todo control sobre sus años.

A tiempo la regañé:

—No te enfermes, que eso casi nunca es bueno para la salud.

Pero ella es así; apenas escucha la voz de la inexperiencia: un día se junta con esa desaliñada muchacha, la alta presión arterial, otro se le hinchan los pies por no estarse tranquila y alguna vez deja que su espalda duela.

Entre nosotros, sin que nadie se entere: no me caen nada bien esos achaques con que sale de casa mi madre; no es buena esa juntamenta.

Hay que ser responsable. Hay que aconsejar a los jóvenes y pedirles que lo piensen bien antes de tener una madre. Porque después les sale malcriada y no podrán controlarla.

Cierta vez perdí la calma y le hice a la mía una prohibición terminante:

—¡Nunca te puedes morir!

Espero que me obedezca, porque, con todo y lo que recomienda la psicología, si en eso no me hace caso será la primera vez que yo le pegue a mi madre. 
 

miércoles, 9 de mayo de 2012

Aplicación

Desde que aquel gigantesco holandés llevara de su país los materiales de entrenamiento, la tribu Trucutú echó a un lado el canibalismo y dedicó todas sus energías al estudio y la innovación.

A los quince días de ayuno los reclutas ya sabían qué les sugerían las relucientes dianas. Llevaron en andas corteses al señor Hansweilsenn hasta el borde de la catarata y allí, con la mayor precisión, ejecutaron su primer ejercicio de tiro al blanco.

martes, 1 de mayo de 2012

Punto de vista

Cuando el insecto se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso Gregor Samsa…