Desde hoy, Yanetsy León es Máster en Ciencias. No le hacía ninguna falta, porque ella es de esos profesionales que muy temprano demuestran que no tienen que demostrar nada, pero ya que ganó su título, bienvenido sea. Ese certificado, que en otros parece pose, fuerza, injerto y lentejuela, le ajusta a ella cual cristalino zapato porque lo llevará en el baile de la vida con sapiencia y humildad.
No se dejen engañar: pese a su cuerpo menudo y su acento de súplica, Yanetsy es, además de reportera cultural, rescatista montaraz, de las que se lanza de la torre del castillo y con su blanco pañuelo de clamar iza al caballero herido. Por ello su Tesis apuntó a esa zona luminosa y apagada de la obra de Nicolás Guillén: las crónicas periodísticas.
No se dejen engañar: pese a su cuerpo menudo y su acento de súplica, Yanetsy es, además de reportera cultural, rescatista montaraz, de las que se lanza de la torre del castillo y con su blanco pañuelo de clamar iza al caballero herido. Por ello su Tesis apuntó a esa zona luminosa y apagada de la obra de Nicolás Guillén: las crónicas periodísticas.
No por casualidad, Yanetsy vive apenas a tres o cuatro cuadras de la casa donde Guillén, ese camagüeyano raigal, llegó al mundo como verso o titular un día de julio de 1902. Entonces, en su estudio le buscó, le halló y le trató con el respeto y la confianza que se tienen al colega y al vecino mayor:
―Revísame aquí, Nicolás...
Oyéndola discutir sin discutir en casa de Luis y Olga, yo imaginaba a Guillén paseando por su calle ―cuando su aureola de Poeta Nacional bien pudo cercenarle andadas― y adivinando frente a la puerta de Yanetsy que allí viviría una “nieta blanca” que indagaría sobre ciudades enfermas, urbes como mujeres y tintas de vieja imprenta.
El resultado del ejercicio académico es fácil de adivinar: un 5 y muchos elogios, una sidra fugaz y unas galleticas casi tan finas como Yanetsy, pero yo que estuve allí reparé poco en las notas y en la ceremonia. Me satisfizo más esta mañana de jueves ser testigo de otra victoria del Bien. Siempre gano una batalla cuando triunfa un alma noble.
Mi amiga Yanetsy es Máster, pero yo, que sigo siendo apenas licenciado, confío en que en adelante respete mis jerarquías de afecto para compartir con ella, para mirar con lupa amiga los textos de su página y de mis blogs, para idear a dos cerebros qué aliento dar a un tercero y también, por qué no, para para comerme las guayabas que ella roba a cada rato, para mí, de una parcela familiar. Porque a mí, sin ser Guillén, sin tesis ni papeleo, la ahora Máster Yanetsy me ha rescatado un montón de veces.
Felicidades a Yanxy y,flaco, tu eres un buen retratista.
ResponderEliminarSí, Rafelito, ella merece esas felicitaciones, con letras mayúsculas.
ResponderEliminarUn beso para la pequeña gran reportera. Ahora imagino que descanse un poco de los trajines de la tesis. No sabía este don de rescatar que tiene, igual no la conozco mucho. Quizá si fuésemos compañeros de redacción hasta a mi me rescataría. Qué dices, tocayo?
ResponderEliminarNo tengo dudas de que te rescataría, L. Enrique. Vas a tener tiempo (¿y quizás redacción?) para comprobarlo. Un abrazo de tocayo.
Eliminar¡A todos Mila! ¡Esa es la suerte de la amistad! Besos especiales para Yane.
ResponderEliminarCL
Sí, Carmen Luisa, tremenda suerte la nuestra.
EliminarMila, gracias por estar siempre enseñándome a rescatar.
ResponderEliminarPor nada, Yanetsy, ¿qué habré de enseñarte yo?
EliminarYo también hice un flaco homenaje te pido lo leas en mi blog http://t.co/mkBPL9zL
ResponderEliminarLa Yane, no podías haberla descrito mejor Mila, soy de las rescatadas por su amor que duplica talla a la página 6, como la seta del cuento ruso, para que todos quepamos dentro. A esta maestría cantamos a coro felicidad, felicidad, felicidad ehhhhhhh!!!!
ResponderEliminarBueno, María Antonieta, si yo canto, desafino bastante, pero todo sea por la ocasión ehhhhhhhhhh!
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