Rebelde lacónico como es, Juan Rulfo llegó a lo alto y pidió en seguida un despacho con Dios.
—¿Tiene usted alguna queja?, -preguntó el Creador al mexicano.
—Nos han dado el Cielo… –comenzó el escritor, y Dios, que había leído aquel cuento de El llano en llamas, sólo se puso las manos en la cabeza.
Me encantó el minicuento, por eso te confiero el premio. Hay algo en ti que me recuerda a Rulfo.
ResponderEliminarGracias, Yanetsy. No recuerdo que nunca me hayan piropeado tan fuerte. Rulfo es el más grande.
Eliminar