Cuando era pequeño, las ranas eran para mí Rubieras verdes: ellas me anunciaban, en vivo y sin margen de error, que había par de chubascos a la vuelta del tejado.
Las ranas movilizaban en casa el consejo de defensa y, al escucharlas, todos sabíamos qué hacer en previsión de gotas que, sin falta, iban a caer. Era música pura el tic tac sobre palanganas y cazuelas de dispar acústica como banda sonora del coro de los batracios más desafinados de este mundo.
Las ranas eran mis compañeras de baño en aquellos interminables aguaceros que parecen perdidos para siempre, tal vez un pedazo más en la inmensa rodaja de mercado que voló cuando el finado campo socialista se llenó de maleza.
Una amiga que tiene la embotelladora virtual más hermosa que conozco ―donde llena los frascos de afectos y los regala, sin comprobantes ni etiquetas― relató hace poco la historia de la rana que, tras recibirme en casa hace unos años y partir al medio las cuitas de ambos, desapareció sin más, como verde unicornio.
Croando la dejé, y desapareció. Yo, que sé el tamaño de Silvio, no me atrevía a escribirle una canción, pero quedé igual que el trovador: dispuesto a pagar, por la información que ruego, los cien mil o un millón... que jamás voy a tener.
No se conmovió, no vino, parece que nadie sabe de ella. Sin embargo, justo ayer vi otra: más pequeña, más traviesa, más esquiva, pero con la seductora estampa de rana de compañía de su antecesora. Estaba en el mismo lugar donde vivió la otra. Mar pensado, como soy, quiero imaginar que es la hija de aquella (¿que encontró pareja y se mudó a casa más amplia?) y viene a reclamar sus derechos dinásticos en mi lavadero.
Cuando la vi, retrocedí con sigilo, me aparté callado, temeroso de espantar con mi brisa de encantador de ranas a ese ángel sin alas que, en lo que me acompaña, pudiera de un canto devolverme todos mis aguaceros.
Enrique:
ResponderEliminarQuién sabe si tengas razón y esta sea la hija de aquella rana verde que se te escapó. Todo puede pasar...¿quién sabe si aquella atendió a nuestros ruegos digitales?
Yo creo que sí. Parece que hay ranas, con acceso a internet o con alcance telefónico, que pasaron la voz a estas susodichas. En cualquier caso, te agradezco tu mediación. Ya puedes ir a Medio Oriente a conseguir la paz.
ResponderEliminarAy Mila, cuando yo me muera, voy a reencarnar en ranita y me voy a ir a vivir a tu lavadero para que me malcríes con post como este y así croar el orgullo de inspirar letras tan bellas. Eres genial.
ResponderEliminarNo me digas eso, María Antonieta. Mira que tengo desocupadas varias plazas de rana. A ti, te subo hasta el salario.
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