El abrazo con que en completo mediodía me despidió mi joven amiga Leydi: con la electricidad corporal que se da a quien va de mar o va de guerra, o regresa triunfador. Y la charla con Melissa, con breves interrupciones de un Martí siempre despierto que se pasa la muerte caminando por su parque de 100 fuegos, insuflándole calor.
Las manos de Pepe Alejandro, cuyas palmas han tecleado en mi espalda una saga de intensos artículos del amor tan macho, del querer silente, del gratuito abrigo. La poesía consonante, consonada, de Michel, que dejó atrás la afición de otros colegas y viste, de extraña gala el beisbol, con prendas desconocidas y hasta íntimas, porque no se guarda nada: escribe de pelota… en pelotas.
La sencillez rotunda de tunero sin espinas, de cazador de estampas y estampador de afectos que siempre reitera Juan. La maestría del Sexto Luis, el padre inmarchitable, el cubano nada monárquico, poco folclórico, que a diario o semanario nos muestra cómo sostener la Isla con columnas y nos enseña a bailar, pese a la carga, con sus letras nuestras y el ansia que nos leyó.
¿Qué decir de los Jesúes…? Del más joven, que no encuentra la manera de ausentarse, porque llega aunque no vaya: allá vuelan sus décimas más que oncenas, sus anécdotas, su limpieza pinareña y su cubano rumor… Y Jesús el de la casa hace sus textos con hechos: las metáforas las siembra y reparte la cosecha con idéntico fervor: para él, es el grupo la figura; la presidencia, el amor…para él manda el que llega, él se siente servidor.
Y los Novos, y las nuevas. Y música en quien llegó: en Alina, que en seguida quiso levantar en almas los martianos que encontró. Y en Nyliam, quien mostró en vivo esos Ojos a la N que alumbran textos tan bellos porque susurran sus luces, sin alumbrón ni apagón.
Y la fe de José Aurelio, que viajó cuando él faltó. Y el respeto hacia el Decano, cuyo texto sacudió. Y Yamil con sus estampas. Y Carlitos con poetas. Y Francisco en letras sepias. Y el abstemio y el licor. Y la copa ya vacía. Y rebosado el humor. Y el silencio con el ruido. Y el ruidencio embriagador. Y el texto ya concluido. Y el arranque creador…
Gracias, Enrique, por complacerme con la nueva entrada. Ya veo que es cierto eso que comentan, que los cronistas, al final, son poetas disfrazados -algunos insisten en no utilizar el disfraz-.
ResponderEliminarMágico, como simpre. Y recuerda que por aquí se te lee.
Un abrazo,
Anays
Gracias a ti, Anays. Nada de poeta: yo le dicho a quien tú sabes que soy un cronista naif; no porque desprecie la teoría sino porque no la lleno. Pero sí aclaro algo: en entrega, un cronista no es menos que un bardo. Tratamos de escribir como vivimos, y también viceversa, y damos un reino por una idea. Un beso.
ResponderEliminarLas honduras de los seres humanos reunidos en 100 fuegos están en los detalles atrapados en estas líneas. Es una maravilla que «los silencios de Milanés» se conviertan en estos textos. Un placer conocerte y, otro más, leerte con los Ojos a la N.
ResponderEliminarEnrique:
ResponderEliminartú como siempre captas bien la esencia, y lo esencial. Fueron dos días muy rápidos, pero muy intensos.
El abrazo de despedida fue fuerte porque ya añoraba el reencuentro. Ojalá coincidamos el próximo año.
Ah!, compartimos la mesa y no le sucedió nada a tu comida, ves?? (bueno, es cierto que no había ciclón)
Gracias miles, por acá en Labana, atareada y con poco tiempo, pero ya ves, siempre pendiente de las no muelas de tu caimám, un beso inmenso...
ResponderEliminarNyliam: te regalo mis silencios, que es lo que más tengo. Fuiste también un gran descubrimiento cienfueguero. Seguiré tus Ojos con los míos.
ResponderEliminarLeydi: ¿Qué decirte que no haya escrito? También llegué aquí extrañando aquella tropa. De todos modos no habrá que esperar un año: haremos de cada día la crónica de otro encuentro.
ResponderEliminarMelissa: Disfruta Labana como yo disfruté 100fuegos. Pero no pretendas disfrutar 100banas; eso sería demasiado y tal vez quisieras quedarte por allá. Mi caimán te saluda.
ResponderEliminarMila: Primero las felicitaciones obvias por tu Premio, sabes que lo mereces, al igual que sabes lo digo de corazón. Lo disfrutaste a mares porque sé que Cienfuegos inspira.Una bella ciudad que me trae recuerdos muy especiales como mi Luna de Miel, un besito
ResponderEliminarEn efecto, Cuqui: disfruté a mares Cienfuegos. Para eso hay una bahía preciosa por allá. Pero más que ese, disfruté el mar de gente que me quiere porque sí y cada año me abraza. Gracias.
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