Con un pequeño libro en la mano, hincó las rodillas e inició el ritual de los murmullos.
Pidió con el respeto y la humildad de siempre, convencido de que su fe le curaría la zozobra.
Al cabo, terminó de orar y se quedó aún más tiempo sumergido en la meditación.
Como cada tarde, antes de irse a casa, dios siguió rogando que el Hombre escuchara sus plegarias.
Pidió con el respeto y la humildad de siempre, convencido de que su fe le curaría la zozobra.
Al cabo, terminó de orar y se quedó aún más tiempo sumergido en la meditación.
Como cada tarde, antes de irse a casa, dios siguió rogando que el Hombre escuchara sus plegarias.
Mila, a veces me pregunto cómo puede haber tanta grandeza dentro de ti, de tu modesta y quijotesca figura; pero no necesito que me respondas eso, porque tu corazón gigante es la más clara contesta.
ResponderEliminarCada uno de tus post es un regalo, sigue posteando, sigue llenando el ciberespacio de bloguras buenas, cuerdas y vivas.
Carmen Luisa
Carmen Luisa: Gracias inmensas por ese cariño, pero te pido no me eleves tanto. Asusta tamaña altura. Solo puedo prometerte seguir tratando de ser yo, pese a cualquier remolino.
ResponderEliminarUna vez en la iglesia me dijeron que amén significa así sea, hágase su voluntad, o algo así como estar de acuerdo con algo. Yo le digo amén a esta oración Mila.
ResponderEliminarMaría Antonieta
Lo más grande!!!! muy, muy genial.... que cada día el umbral donde te coloco, sube, y sube, y sube, jajajaj.
ResponderEliminarHoy estuve un rato en la mañana hablando con Arencibia, de ti, te sonaron los oídos??, jajaja. Ya casi voy de regreso a Cfgos, te escribo de allá. Un beso
Estos son excelentes mini-post-cuentos?
ResponderEliminarLeeros, Milanés, es parte de lo que disfruto cada vez que accedo a Internet. Muchas gracias por ese genio creador del que nos haces parte. Nos vemos entre redes.
Gracias, María Antonieta, por compartir los párrafos que lleva esa oración.
ResponderEliminarSí, Melissa, amigos como tú y Arencibia son permanentes zumbidos, buenos, en mis oídos. Gracias a ambos por no cesar de susurrarme cosas.
ResponderEliminarLiudmila, isleña y poetisa: No sé qué son. Imagino que son trozos que me arranco y, por eso, no me dejan engordar. Como he dicho otras veces, solo pretendo y acepto el elogio por la sinceridad. No más llevan estas ventanas. Dichas sí suscribo muchas, como tu comentario y el de otros amigos. En ustedes se asienta mi fe de escribir. Gracias.
ResponderEliminarbueno, un premio para este post.
ResponderEliminarEs que hay una suerte de lealtad ultraterrena, que solo los elegidos percibimos... cuando llegamos hasta ti. Gracias, Enrique, por tu palabra y por tu fe.
ResponderEliminarEres un magnífico escritor... definitivamente magnífico.
ResponderEliminarLeerte me hace sentir bien. Gracias.
Lo leí en Bomarzo, Enrique: ¨Hay una lealtad ultraterrena que solo los elegidos percibimos¨. Leyéndote la sentí: yo gocé de ese extraño privilegio, que pocas veces crece en estas aguas turbias del destino que vivimos. Gracias una vez vez más, amigo, por las palabras. Y por la fe.
ResponderEliminarGracias, Alejandro. Tu premio vale mucho.
ResponderEliminarMar, me satisface mucho que leer estas notas le haga bien a tu marea. Gracias.
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