martes, 7 de junio de 2011

De vacaciones

Un amigo ha vuelto de Haití, tan sólo por un mes. Llegó a tomarse unas vacaciones luego de más de un año en que el dolor pretendía tomárselo a él.

Mi amigo fue allá, con otro montón de amigos míos que nunca he conocido, a curar las cicatrices que han dejado en la gente las heridas de la tierra.

No vaya usted a creer... los míos son amigos buenos pero nada mansos: en ese pueblo de negra raíz demostraron que cuando los hombres tiemblan conmovidos, los terremotos se echan a llorar, pero la puja no deja por ello de ser fuerte.

A puño limpio enfrentaron la vocación pedófila de la muerte y a cada rato Dios, u otro árbitro más cercano, tenía que levantarles el brazo declarándoles vencedores, aunque en el trance les quedaran fracturas crónicas en el alma.

Cuando todos suspiraban porque la tierra cesaba su break dance, comenzaron a derrumbarse los vientres de la gente. Él lo ha visto con sus propios ojos de llorar: allá se padece un cólera permanente. Es la incurable cólera del espíritu frente a tantos adversos almanaques.

Mi amigo es rehabilitador; por eso le enviaron allá. Él lo palpó con sus manos de estrechar: Haití se ha pasado su Historia rehabilitándose pero, por unas cuantas sinrazones, aún es un paciente que no ha encontrado el claro sendero de la sanación.

2 comentarios: