viernes, 3 de junio de 2011

Ella y yo

Me lo dijo en sus sueños míos una noche nuestra totalmente ajena: esa mujer está dispuesta a dar su vida por mí (y a pedir mi muerte por ella), a entregárseme minuto a minuto por 80 años exactos —¡ni un día más ni un quiero menos!, me dice que me ha dicho— con tal de que yo rinda ante ella las balas humeantes de mi alma.

Ella promete renunciar a todo lo que nunca tuvo si garantizo conseguirle el premio flaco —y en esta nube no pican las metáforas— que a no dudar soy para ella.

Esta mujer culta y hermosa que sabe de Cervantes y sabe a Kamasutra —cuyo único defecto conocido es que me cela de sí misma con toda la formalidad que lleva el caso— está dispuesta a regresar a Ítaca por mí con visto bueno, o no, de Poseidón, pese a que sabe de memoria que yo no sé tejer.

De todo eso me entero leyéndome el Diario de sus sueños y, casi al despertarla con mi brusco portazo de pupilas, reparé en un pequeño problema, onírico tropiezo terrenal que un simple Dios no entendería: ahora que está y estoy, ahora que estamos… ¿cómo demonios le doy mis coordenadas?

4 comentarios:

  1. Sencillamente genial, el juego de palabras es magistral, la lectura plácida... y lo más importante: al final te quedas con una satisfacción tal, y con una sonrisa tan grande en el rostro, que te parece que ya nada peligra.... y si puedo ayudar: estaré parada, y con los ojos abiertos, en algún paralelo, o mejor, en aquel meridiano... un besi

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  2. Melissa: Estás desvalijando mi almacén de agradecimientos. Al paso que vamos, un día me obligarás a robar para poder darte las gracias. Ya inventaré algo, pero no te pierdas.

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  3. ajjajajj... no, no me voy a perder, nunca... es que no puedo, y si me extravío, sé que el olor de sus letras me rescatarán del abismo... y no hay nada que agradecer.... un besi

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  4. ¡Qué bien! Como diría El Guayabero: ¡Santa palabra!

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