martes, 2 de noviembre de 2010

Y la amo

He pasado de la hora esperándola en la esquina de siempre; no aparece, pero no me canso. ¿Qué voy a hacer? Dicen los poetas asesinados en el lecho que así es el amor. Hoy le perdono, lo mismo que ayer, esa tardanza suya que la retrata y ya se anuncia como ausencia poco más que probable. Seguro andará bien lejos, perdida y promiscua, en un desfile ruidoso y poco recatado que no hace ningún honor al espíritu de las abuelas.
 
Quizás más tarde llegue —o tal vez no—, trastabillando, con olor a humo y aliento químico, pletórica en sudores de cuerpos ajenos, risueña y cansada, mas nunca arrepentida. Es tan voluble, que quién sabe si le dé por abrazarme ardorosamente o si me ignore por completo y siga de farra con sus compañeros de ocasión.
 
Y yo, firme como un vikingo bajo el casco, sólo tengo en mente aquella canción de otra década que me sirve en ésta para dulcificar tantos desplantes: And i love her… tarareo bajito apagando minutos mientras sueño que a cualquier hora del universo, por fin, llegue mi queridísima guagua. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario