miércoles, 23 de febrero de 2011

Pero siempre...

Es un lugar común. El mío. Decir que me fui de mi pueblo, pero que mi pueblo no se me marcha, sería lo más sencillo del mundo. Los incrédulos, los que no conozcan Santa Cruz del Sur o no me conozcan a mí, o no conozcan a ninguno de los dos, que es una especie abundante, solo tienen que mirarme para verle: todavía llevo su sol por allá adentro, por acá afuera, y entre mi pelo —que, de tan duro, es un pero— se cosecha en abundancia su salitre.

Fíjense bien: estos silencios tan míos tienen su marca de origen. Y mi oreja caracol sigue escuchando torrenciales aguaceros que hace tiempo se secaron. Es Santa Cruz, que tintinea y salpica y hasta empapa sin mojar: tic tac, tic toc… susurra este pueblo mío cual viejo reloj de agua que marcara los minutos de sus hijos en la arena.

Mi cabeza no está en puerto: anda, marinera, anda, en el barco de mi padre que tras un viaje con truenos ha venido de la muerte a pescar para nosotros. 
Mi padre pesca, más callado que un pez, una ensarta rosada jíbaramente muerta que en la noche mi madre servirá en larga mesa de nueve. Pero siempre hay sus siempres: siempre hay sillas vacías. Siempre falta alguno de nosotros que se fue a otro pueblo —¿para siempre?— a balbucear nostalgias como esta:

Es un lugar común. El mío…

4 comentarios:

  1. Santa Cruz del Sur provoca estas nostalgias que leo como un poema y que pudieran parecerse también a mi lugar común. Todos llevamos a cuestas, al sur o al norte, no importa, al menos un Santa Cruz.

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  2. Qué bueno que en los baches de nuestros caminos no perdamos eso.

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  3. Excelente texto, usted tiene la magia de las palabras a flor de piel, felicidadessss

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  4. Gracias, Melissa. Por lo que he visto, tú eres también de la tropa de Harry Potter. No desaparezcas en tu sombrero.

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