jueves, 5 de mayo de 2011

Viejas tecnologías

Sé bien que no va a leer este post escrito para ella. Ni siquiera se va a enterar de que por una carretera sin baches que llamamos Internet miles de curiosos pudieran ponerse al tanto de cariños míos que ambos suponemos cosa sólo de dos.
 
No tiene ni idea de que este blog de nubes que domestico sin prisa y con causa se nutre del espíritu que me inculcó con un abecedario de apenas veinte palabras de amor y un diccionario lacónico, nada desesperado. Y así crece por día, en pantano virtual, mi caimán suyo que ella no ha visto.
 
En su idioma materno, mi post será como una de aquellas cartas de papel que el cartero de nuestro pueblo extraviaba con la mayor seriedad del mundo para que los frustrados destinatarios mejoráramos, en sueños, la escritura original. ¡Qué cartas tan bellas que jamás recibimos!
 
A mi madre ni le va ni le viene esta loca Red sin la cual muy pocos de nosotros se atreve a vivir. Ella es de una vieja especie, ya casi extinguida, que sostiene contra toda “lógica” que el amor no ha cambiado su tecnología. Es por eso que en estos días de rosas románticas y postales medievales no necesita leer mi post para sentir que la quiero. Es por eso que muy bien yo pudiera someter estas letras que pincho al juicio implacable del fiscal Delete.  

3 comentarios:

  1. Milo: Hoy yo me lamentaba de que mi mamá no tenga Internet, para enviarle una bellísima postal virtual. ¡Vicios que nos atrapan! Pero después de leerte, veo que eso poco importa. No obstante, no aprietes DELETE; déjanos disfrutar tu ingenio. Baby

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  2. Solo puedo hacer que esto funcione poniéndole ''anónimo'', pero siempre lo firmaré. Baby.

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  3. Gracias, Baby. No me imagino a tu mamá, ni a la mía, luchando con estos aparatos. Pero ambos sabemos que no les hace falta. Ellas han llegado más lejos.

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