Mi crónica azul ayer se me perdió. Pastando la dejé… ya ustedes imaginan el resto. Hace algún tiempo la crónica no viene a mis cuartillas, parece no gustar de las carnadas que le pongo junto a la máquina de escribir —mi computadora de la tercera edad no es sino una buena máquina de escribir— y se va a cenar, y a ser cenada, en los predios de otros colegas.
Creo saber por qué me abandonó la crónica: por intentar sumergirme en su teoría para ciertas ponencias inciertas, por descubrir indiscretamente sus secretos cuando su esencia misma es el misterio. A ella no se le podría reparar como al motor de un auto o a la lavadora doméstica, porque se rompería definitivamente.
Parece que lo intenté y me respondió: se fue molesta, medio cubierta y medio desnuda, que es lo mismo y ruboriza igual. Se fue ofendida y ahora yo, que le llevo flores y le hablo de Martí y Rulfo, de Camba y Sexto, no logro convencerla. No la seduzco siquiera leyéndole dulcemente, maríamente leyéndole, los versos de la Loynaz.
La crónica es género orgulloso: ninguno exige tanta entrega del autor, tanta fidelidad acuartillada, tanto detalle de novios recientes. La mía, que es una sola con muchas anécdotas, viste de azul, no de mezclilla sino de cielo, que es el único tono que parece sentarle. Y azul se me perdió.
Yo estoy aquí, especie de Penélopo que espera que su reina escrita vuelva tras una cronisea homérica que, seguro, incluye en su periplo batallas, naufragios, peligros, cantos de sirenas, amores y otras letras. Y tejo y destejo otros trabajos esperando que ella vuelva para evitar que nuevas pretendientes —la información formal, el reportaje de un solo tajo, la entrevista sin vista…— ocupen su espacio.
Mi crónica azul ayer se me perdió. Desapareció a mi vista, mientras pastaba en mi pecho. Aunque no tengo maneras de pagar cualquier información, solo espero que, si no vuelve, haya ido a cabalgar en el unicornio de Silvio.
Maestro, basta leerlo para saber que es imposible que a usted su crónica azul se le pierda eternamente. Este carte de "búsqueda y captura" interna que ha colgado aquí es una muestra de ellos. Saludos, Yisell
ResponderEliminarYisell: La palabra maestro pesa demasiado, pero gracias por regalármela. Perdí una crónica pero gané tu visita. Que todo se compensa. Gracias.
EliminarEsta crónica malcriada, ¿se cree que por ser azul y querida puede andar haciendo cuanto quiere? Ruborizada o no, es hora de que regrese y devuelva el sosiego al amante marchito.
ResponderEliminarRosana: Me alegró mucho ver que túteticonmigo en este post. Seguro eso convence a la compañera azul de regresar. No vayas a hacer como la crónica: no te pierdas. Gracias.
ResponderEliminarMila: Este Réquiem por una crónica azul, es una muestra de que nada de eso, de perderse, jamás.
ResponderEliminarUnos diítas más o menos para escribir por propia inspiración nos pasa a todos y tú que tienes el Don de hacerlo bien, incluso, hasta para las llamadas por "encargo" por muchos, pues más razón aún.
Espero ver otras y otras, porque las tuyas sí que no tienen un final, menos anunciado, besitos miles...
Gracias, Cuqui. Veremos si mi musa y mi espalda me permiten hacer algo. Gracias por regresar por aquí.
ResponderEliminar¡Última hora! Mila: la encontré... la tenías dentro (ah!, verdad, estaba creciendo en tu pecho) como las tantas bloguras y locuras que nos tienes reservadas por suerte paea los que tenemos el privilegio de tenerte.
ResponderEliminarDel párrafo, solo te creo lo de las locuras. Si tuviera historia clínica la publicaba y ya, resuelto el problema de los muchos post, pero soy tan rega'o que ni eso. Entonces, gracias por el riesgo de pasar por aquí.
Eliminary si yo la encuentro y te la cambio por un abrazo???? bueno, por ahora me robo esta, porque me ha encantado. Pero eso no te lo diría, por supuesto, cómo te voy a confesar que me robo tus crónicas??? no...mejor argumento que es que necesito estas pistas para encontrar tu crónica azul!! :)
ResponderEliminarfíjate si tus letras causan adicción que cierta muchacha del mar tiene un libro tuyo, mío, retenido en la aduana de su puerto desde hace uuuuuuuuuuuuuuuuuu y se niega a prestarlo a ciertos ojos a la N... :( cuando yo lo digo, Enrique, que cuando se trata de ti somos egoístas.
Leydi: ¡Qué puntería la tuya! Tus letras me hacían falta hoy mismo, y aquí están, abrazando como aprendieron de ti. Con terapia así, cualquier crónica vuelve.
EliminarEsta vez no pude contenerme. Hace mucho lo leo pero guardo silencio, como también callé el día que lo tuve delante y no me atreví a decirle que me encanta lo que escribe, que su blog es uno de mis refugios en días no tan claros, que sus palabras me llenan de energía, me hacen feliz... Esté tranquilo que la dicha del cronista siempre será suya. Ella lo sabe su amante y por eso no se le resiste, aunque a veces se disfrace de mujer difícil.
ResponderEliminarBueno, ya lo dije. Cariños y mi admiración para usted.
Gracias, Arlín, por tanto aliento inmerecido. Ya veo: este trabajo fue un lamento y me ha traído satisfacciones como su mensaje. Por el camino trataré de merecer respaldo semejante. Un saludo azul.
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