Bueno,
periodista, yo creo que ya es hora de que cambiemos los papeles: por
aquí pasa todo el mundo y Subirat les habla de mí; gente que viene
quién sabe de dónde y el Subi les cuenta maravillas mías. Con
usted vamos a hacer una excepción: yo le voy a comentar cosas de él,
de Norberto Subirat Betancourt, porque él no será una escultura,
como yo, pero tiene una historia muy interesante.
Ahora
lo retratan al lado mío, con un periódico en las manos, pero en
buena parte de sus 80 años él tuvo muy poco tiempo para leer en un
banco. Ya se ha hecho un símbolo de Camagüey, sin embargo nació en
Bacallao, en la finca La Redonda, cerca de La Vallita. Vino para la
ciudad en 1952 y, según me ha confesado en esas tardes en que vienen
pocos turistas y podemos hablar más, en sus tiempos tuvo que comer
mucha harina de maíz seco.
En
fin, que había leído muy poco periódico, pero imagínese usted que
una importante creadora vaya a su casa y le proponga que pose para
ella, que quiere hacerle una escultura en la Plaza de El Carmen.
¿Quién va a decirle que no? Y si es Martha Jiménez, la gran
artista ceramista, mucho menos. Eso cambió la vida del Subi, y
también le embelleció la existencia a miles de personas que se
quedan admirados con lo que encuentran en esta plaza. Seguro que
usted también, ¿verdad?
Martha
quedó satisfecha, y a Subirat nunca se le achica la alegría; si por
él fuera, le daba un Premio Unesco todos los días a esta mujer
que lo invitó a leer para siempre un periódico de bronce. Dice la
artista que lo escogió por sus rasgos; es que él es nieto de
canarios. Resulta que ella se propuso mostrar en estas esculturas
costumbristas nuestra riqueza cultural. Y así se ven cerca de mí
tres negras gordas, las únicas chismosas que caen bien en un barrio,
se ven los enamorados que no se pelean y Mata'o, el aguador que
aunque murió con 96 años todo el mundo cree que sigue vivo. ¡Es
que el arte hace milagros!
Sigamos
con Subirat. Nunca lo he visto pedir, pero ningún dinerito que
puedan regalarle lo marea. Sin ser el vigilante de la plaza está
arriba de los muchachos para que no rieguen ni se suban en las
esculturas. ¿Qué otra cosa puede hacer, si está enamorado de
Camagüey? “La Habana será la capital, pero Camagüey... Camagüey
es una belleza”, me comenta a cada rato, mirando las dos torres de
la iglesia.
A
Subirat han querido conocerlo turistas rusos, norteamericanos,
españoles, canadienses... y a todos les cuenta cosas de la ciudad y
de Martha, la mujer artista que lo parió dos veces en la misma
plaza: primero en marmolina, y ahora en bronce. Él está seguro de
que va a ser eterno en este rinconcito, “la plaza —me
insiste—
que mejor
representa al pueblo. Subi confía en que los camagüeyanos del
futuro sabrán el nombre del viejito que leía el periódico en El
Carmen.
Ese
es, periodista, Norberto Subirat Betancourt, el modelo que inspiró
lo que soy. Publíquelo así, porque él los quiere a ustedes; dice
que en una ciudad vieja como esta los periódicos son los que anotan
el acontecer. Se pasa la vida deseándoles salud y bendiciones
porque, para él, todo el que defienda a Camagüey se merece una
escultura.
entonces tú tienes una escultura...no?? por defensor, :D
ResponderEliminarah, ya te hemos hecho una entre las mpsqueteras, por defendernos...de la soledad. Un abrazooooooooo
Bueno, Leydi, hacerme una escultura sería un acto inteligente de un artista: no porque la merezca (¡Dios me libre de ello!) sino porque en esta época de austeridad ningún modelo le exigiría menos bronce que yo. Un abrazo.
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