lunes, 7 de abril de 2014

Matemática discreta


Cuando uno cree firmemente que no lo ha visto todo, le ponen la certeza por la televisión. Así, como de pasada, en la simple referencia de presentación de un entrevistado, me enteré a estas alturas de que hay algo que se llama Matemática discreta. Ella no tenía que haber sido tan discreta para que yo la ignorara, pero ahora que se me insinuó corrí a buscar explicaciones de esta nueva máquina de tortura universal.

Científicos del mundo, perdonen a este hereje que no cree en la divinidad de los números y mucho menos en que ellos sean el centro del universo. Para mí, La Palabra es eso: cosa de letras. ¿Habrá algo más sagrado? En lo que a mi fe respecta, hasta las células están compuestas de letras.

Yo tengo mis traumas matemáticos, y no los oculto. Cuando me bequé con 11 años en una de las mejores escuelas de Cuba —así era entonces— y uno de mis primeros lances académicos fue desaprobar en toda la línea la pregunta escrita inaugural de Matemática, entendí claramente que aquel duelo desigual apenas comenzaba.

No ponché más, porque los milagros existen, pero siempre tuve claro que la que yo di era una Matemática absolutamente escandalosa, malediciente, en fin, totalmente indiscreta. Discretas, lo que se dicen discretas, eran mis notas.

Ahora leo que esta ciencia analiza, entre otros grandes problemas, el de los puentes de Koningsberg. Dicen que, en oposición a la matemática continua, que estudia conceptos como la continuidad, la discreta se ocupa de procesos contables.

Está bien, me convencieron, pero con todo respeto les cuento mi esperanza: aprovechando eso de la “oposición”, me gustaría fomentar alguna indiscreción de pizarra conyugal para hacer que las dos se enfrenten, dinamiten los puentes del señor mencionado, los exploten y caigan a un abismo insondable —como un día parecieron caer Sherlock y el profesor Moriarty con todo su genio al agua— para ver si de un cálculo salimos de ambas matemáticas.

2 comentarios:

  1. Muy bien escrito, y divertido, muy divertido, sobre todo al final, pero detrás está esa batalla inconcebible entre letras y ciencias; ese enfrentamiento sistemáticamente alimentado, que da un resultado muy simple: incultura. La cultura no puede dividirse. Hay que abrirse al conocimiento del arte y de la ciencia, porque en ellas hay de la otra desde siempre.

    ResponderEliminar
  2. Gracias por el pedacito de elogio. Y del resto, ¿qué decirle? Usted tiene razón, la cultura nace precisamente de integrar conocimientos. Yo no soy culto, no podría serlo aunque me empeñara en ello porque tengo, como deja ver el post, fobias curriculares que solemos arrastrar los mortales comunes. A nosotros solo nos queda admirar el genio ajeno y de vez en cuando sonreir frente a las cosas incomprensibles de la vida, con números o sin ellos.

    ResponderEliminar