viernes, 6 de diciembre de 2013

Hipocresía y perdón

Hasta el primer día de su muerte, Nelson Mandela recordó el profundo daño que le hicieron. “No puedo olvidar, pero sí perdonar”, escribió alguna vez esta estrella que se apagó tempranamente, apenas con 95 años luz de cercanía a la galaxia mejor que nos alista.

Pareciera que todos le hubiesen querido. Cuando su dura cabellera ya era escarcha comenzó el desfile de doctorados Honoris Causa y hasta el Nobel de la Paz fue a su vitrina, pero no le hacían mucha falta: ya él tenía el apodo de Madiba, título honorífico otorgado sin ningún papeleo por los viejos del clan con el que la gente le obsequiaba. Mandela portaba, además, la condición de Nobleza natural ganada en su tierra.

El mundo simuló regalarle mucho cuando había dejado que los racistas le quitaran 27 años de su vida tan solo por ser pueblo. Su excarcelación fue una demanda de activistas de aquí y de allá que mantuvo indiferente a la mayoría de los gobernantes de las potencias mundiales.

Esa Casa Blanca que ahora dice lamentar su partida lo mantuvo registrado como terrorista hasta julio del año 2008. Y antes, la CIA había dado las señas de cómo capturarlo. Londres, que tampoco quería saber de él, lo vigilaba.

Madiba no se rindió. Salió de la cárcel en 1990 levantando esas manos que no recordaban cómo acordonar zapatos. Es que fue todo el tiempo un reo descalzo.  Salió y apenas puso un pie en la calle ya era presidente: nadie tenía más autoridad que él, de modo que su proclamación en 1994, que tampoco le hacía falta alguna, fue mero formalismo. Ejerció un período como jefe de Estado y, en gesto muy suyo, dejó el poder pese a que todos sabían que podría continuar.

Los que le mintieron abrazándole, los que le premiaron sin cariño, los que le “editaron” en noticias los amigos que tenía y usaron sus frases solo a media lengua, los que se fotografiaron con él para bañarse gratuitamente con su blanquísimo halo, los que, en fin, requirieron 27 años infinitos para “enterarse” de su altura, no tienen qué temer. Hace mucho Nelson Mandela les advirtió que no olvida, pero les anunció que sabe perdonar. ¡Cómo no iba a saberlo un hombre que antes de dejar la cárcel abrazó a quienes le habían encerrado! 

6 comentarios:

  1. Dios mío, si yo tuviera un periódico donde publicar tu crónica!! dime al menos que te la publicaron en donde trabajas...ahora no recuerdo el nombre de aquel periódico pero en fin...si publicaron algo de Mandela en estos días (que apuesto a que sí!) seguro fue esta crónica...sí, seguro...

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    1. Leydi: Vamos a guardarla para cuando tu fundes el periódico La Bahía de Santa Clara. Nada, muchacha, a Mandela le han abundado homenajes, así que no me preocupo porque este no haya sido impreso. Al menos tú lo leíste, y si tuviste otro buen pensamiento para él, yo estoy satisfecho.

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    2. está bien, promete que si alguna vez tengo un periódico, tú serás mi periodista...como Dartagnan y las Tres Mosqueteras, eh??

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    3. Ahí estaré: pondré mi PC en la punta del Muelle Real. Llévate este abrazo de año joven.

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  2. Mila: Leydi tiene razón. Esta crónica es digna de ser publicada en este, nuestro periódico, y en otros también. Es la verdad misma adornada como solo tú sabes hacerlo.

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  3. Cuqui, te agradezco como a Leydi, pero este apenas trató de ser un homenaje como el mismo Mandela: callado y tranquilo, así que si algunos amigos le echan un vistazo y recuerdan al presidente más claro (en ejecutoria) que ha tenido Sudáfrica, estoy contento. Gracias otra vez.

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