Asdry, mi sobrina de tres años, no conoce fronteras: lo toca
todo y, cuando puede, lo rompe. Casi siempre puede. Cada muchas lunas, como
especie de un cometa Halley en versión infantil, su mundo es impactado por un
regaño. Ese es el caso: hace unas tardes la pequeña estaba sola en el baño. ¿Qué
hacía? Se rasuraba el «bigote» con la máquina de papá. Milagrosamente, la mamá
la sorprendió con la cuchilla en la mano, la censuró un tantico así y ella,
intolerante a la crítica —como si a su edad ya dirigiera una empresa—
vino a darme las quejas.
—Mi mamá me regañó, tío –dijo frunciendo el ceño con ese
gesto digno de un cuarto ángel de Charlie.
—¿Y qué estabas haciendo? –pregunté haciéndome el
despistado.
—Nada, yo nada más me afeitaba un poquito.
—¿Y tú crees que está bien lo que hiciste?
—Bueno… la crema sabía a vainilla.
jajajjaja yo creo que en casa también tengo una así jajjajjaja
ResponderEliminarBueno, pues ya tenemos dos para otra película. Gracias por leerlo.
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