miércoles, 19 de diciembre de 2012

Un gran cabrón

Tal vez él no lo sepa, quizás jamás se entere, pero con 85 años Chichín es uno de mis mejores amigos. Voy a su casa de vez en cuando y siempre le encuentro trabajando en su máquina de talabartero, de buen talante.

—¿Tú no sabes que de los cinco tipos de cabrones que hay en el mundo, yo soy del único bueno? -me pregunta orgulloso.

Irma, su mujer, se burla cariñosamente del autorretrato que se hace su hombre. Hace ya cincuenta años que se unieron y quien los ve se percata en seguida de que la suya es de esas parejas que, desmintiendo al cura, faltando a los votos, burlando ceremonias, no serán separadas por la muerte más muerta.

El hogar de estos viejitos es de los pocos agujeros blancos de la galaxia donde me animo a tomar un café y a decir, e incluso sentir de veras, que está bueno. Ya se sabe que el cariño hace milagros.

Les cuento: yo llego y saludo, les abro las ventanas altas a que no alcanzan, me siento y recibo una ráfaga de anécdotas que complementan la Historia que aprendí de mi país. Poco a poco me ubico en su línea del tiempo: parodiando a Martí, la que me hace Chichín es la Historia de Cuba contada por sus cosas.

Su casa es para mí un laboratorio de afectos. Allí voy a veces en son de pintor de brocha gorda, de tapicero ayudante (pongo más ceros que “tapis”), jardinero o carpintero, que es el oficio en el que sin dudas brillé en otra vida. Lo curioso es que lo engaño: mientras finjo que le ayudo, lo que hago es aprender de instrumentos de hierro y añejas herramientas del corazón.

—¡Cómo quiero a esta viejita...! -me confiesa a menudo, abrazando a su mujer.

En febrero sumarán otro año a su ajuar. Aunque él no cesa de trabajar y ella esté encorvada de tan larga máquina de coser, de tanta vida, de tanto hacer y muchísimo dar, a los dos se les ve intacta en los ojos la chispa del flechazo.

La vida es una montaña rusa, pero él no se baja de su carro. Chichín, que ha sido vendedor ambulante, chofer, tapicero, zapatero, carpintero y hasta jefe de algo en alguna parte, vio intervenido su negocillo privado a inicios de la Revolución. Respondió a la medida con su férrea política: la del sudor.

Les sacó a sus manos pequeñas la honra y el sustento. Concibió con su Irma una hija que enseña, escribe y lee y replica en la vida la hondura de sus padres. Sin pretender diplomas, Chichín Borroto le dio a Cuba una fuerte familia. Ya con eso asaltó un cuartel Moncada.

—¡Yo soy un cabrón...! -me dice mi amigo a cada rato. Y de veras les juro que lo entiendo.

11 comentarios:

  1. Me encantaría conocerlo... me lo presentas?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me encantaría. Pero primero tenemos que presentarnos. ¿Te me presentas?

      Eliminar
    2. Con mucho gusto. Marian Velázquez Barreras para usted. Enamorada de un caimán y poseedora de olas.

      Eliminar
    3. Con mucho gusto. Para usted soy Marian, no Mar ni ola, sólo Marian. Adicta a este blog, a la Nutella y a los buenos libros.
      Encantada.

      Eliminar
    4. Sí, yo sabía desde hace tiempo que eres Marian, y lo de la Nutella y los libros y los post profundos... Y desde hace tiempo sé que es un gran gusto.

      Eliminar
  2. Qué bien nos vendría un mundo lleno de cabrones como éste. Gracias por el retrato. R

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Esa es la idea, R, ubicarlos a todos y clonarlos, para inundar el mundo de seres como ellos. Gracias por llegarte aquí.

      Eliminar
  3. Mila:
    Yo que conozco muy bien a Chichín y que mi hijo lo imitaba desde pequeñín, puedo decirte que no te faltó un detalle.
    Y claro que lo entiendes porque lo es. Chichín es mucho Chichín y "tropezó" con una Irma que es mucha Irma, si lo sabré yo...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Así es Cuqui. Para mí son una pareja ejemplar. ¿Qué será de la humanidad si no junta más a menudo almas como las suyas?

      Eliminar
  4. Mis felicitaciones a Chichin por la vida bien vivida y gracias a ti por contarla.

    ResponderEliminar
  5. Y gracias a ti, por leerla. Con la lectura, y el comentario, todos estamos completos. Un saludo.

    ResponderEliminar