¿Y qué pasa si mañana descubrimos la verdad, si de repente nos enteramos que jamás hubo palabras y seguimos siendo mudos, escandalosamente mudos, en plena Era del Ruido?
¿Qué tal si comprendemos que las letras no fueron más que un largo sueño de las manos, amor platónico, pretendiente sin dote, sin ningún tipo de seducción cerebral?
¿Y si nos quitan de este trono que quitamos, si la jungla nos obliga a pasar sin privilegio y nos da un lugar modesto que nos aplaque el orgullo?
¿Qué pasa si perdemos la articulación y debemos aprender a articularnos?
¿Imaginas que la boca solo sirva para abrirse en buen asombro ante un paisaje virgen? ¿Imaginas algo virgen? ¿Imaginas?
¿Has pensado en la posibilidad de no saber besar, de que todos los labios del mundo vuelvan al kilómetro cero y se regalen la ilusión de descubrirlo?
—Yo fui el primero en besar el Labio Norte -proclamaría un explorador de luengas barbas mientras tres o cuatro buscadoras se disputan el honor meridional.
¿Qué pasa si la vida en su carrera tras la muerte, si la muerte en su escapada de la vida, se conceden una tregua y tenemos que recordar, miles de siglos después, cómo era decirnos el amor con los ojos?
Magnífico Enrique, magnífico. Saludos desde La Habana.
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Bueno, Rafael, me agrada que le parezca bien. Y de paso, le reciproco el saludo, desde Camagüey. Su opinión será siempre bienvenida en este blog.
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