sábado, 6 de abril de 2013

Mi estrella

Los científicos, que con demasiada frecuencia despojan el encanto de las cosas, tienen una explicación para el hecho de que el pelo no duela al ser cortado: cuando alcanza la superficie —argumentan— ya está muerto.
 

Sentado en mi sofá de dudar —ese desde donde alguna noche dejo que el televisor me vea— yo escucho y asocio: pienso de nuevo en cada chispa de luz que en el firmamento nos anuncia la noticia de otra estrella cadáver. Desde que descubrieron esa curiosidad astronómica nos condenaron a todos a la culpa, porque ¿quién no ha pasado alguna vez por el trance morboso de alabar la belleza de una estrella… difunta?
 

Pero esto del pelo es demasiado. Me niego a creerlo. Me resisto a aceptar que la hermosura de la cabellera de aquella muchacha sea como el postrer suspiro de una estrella pasada.

6 comentarios:

  1. Enrique... el pelo y las estrellas son como el cisne salvaje de Nogueras, si se descubren... mueren.

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    1. Es así, Mar, como bien dicen Luis Rogelio y tú. Vamos a hacer una milicia de neófitos para contradecir a la ciencia.

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  2. Enrique, me ha encantado este post, sobre todo porque, de vez en vez, me asaltan similares dudas. Lo del pelo, quizás lo creo; ahora, lo de la estrella... Qué arte tienen los científicos para desacralizarnos los misterios! Un saludo desde el Sancti Spíritus profundo.

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    1. Gisselle: ¡qué bueno ver asomarse aquí a una amiga descreída! Gracias. Saluda a mis hermanos de la querida Sancti Spíritus.

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  3. Mila, solo me pregunto: ¿Acaso seremos nosotros los difuntos? ¿Será que no hay dolor porque somos lo mismo? Ya lo dijo Ernesto Cardenal: "somos polvo de estrellas"

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    1. Es verdad, Yanetsy, sería interesante enterarse de cómo nos ven a nosotros las estrellas. Ves, aportaste un enfoque interesante al post. Gracias.

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