lunes, 25 de junio de 2012

Comecandela

Aunque me aleje del aplauso debo admitirlo: ni siquiera de niño me gustaron los circos, ese mundo bajo carpa donde abunda el talento y se entrega hasta la piel, pero en el que siempre creí ver que se quebraba la naturaleza humana o animal para comprar un elogio:

―¡Bravo...!

No entendía del todo, no admitía del nada, los pedidos con látigos al compañero tigre, ni las gracias impuestas a un equipo de monos, ni  el ciclismo forzado a un quinteto de perros, ni la hoja de ruta para andar en la arena a elefantes enormes que en cambio parecían cansados sin remedio, ni la risa de plástico que mostraba el payaso.

Y entre otras tantas incomprensiones, no entendía al comecandelas, un ser combustible que quemaba su alma cada noche, con tal de mostrar cada noche la entereza del cuerpo.

Este domingo, mientras pintaba una reja en casa de una amiga, he pensado en el circo y he pisado los límites de la carpa y la arena: a mitad de mañana, mientras estaba concentrado repartiendo amarillos, vino ella y me dijo:

―Toma...

Yo tomé, literalmente tomé, con sorbo de adolescente. No podía saber que ella me alcanzaba un pote de gasolina con que lavar las  brochas. Después del susto... y del salto, viví un día químicamente largo: lo pasé tomando líquidos y eructando fórmulas de la tabla periódica del viejo Mendeleiev.

Me da pena decirlo, pero sé que habré herido otra esquina de la capa de ozono. Por eso pensé mucho en la agonía perenne de aquellos comecandelas y durante muchas horas, por si las moscas, no me atreví a acercarme a la llama más tenue, no fuera que diera una función gratuita. 

8 comentarios:

  1. Ay mi Mila, a partir de ahora te me fijas bien en todo lo que tomas, que no quiero perder a mi tutor por autoenvenenamiento. Qué historia esta, qué historia!!!

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    1. Imagínate, María Antonieta: Yo, Juan sin nada, que no sé cómo se abre la puerta de un carro, consumiendo gasolina.

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  2. Pobrecito!!! eras casi casi un proyecto de antorcha humana :)

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    1. Sí, Mar, me estoy preparando para las Olimpiadas de Londres. ¿Te animas a correr conmigo?

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    2. Si corro mucho me desaparezco... que soy flaquita. Mejor nadamos, te apuntas?

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  3. Me apunto. Tengo una máxima: si el Mar te invita a nadar, nunca dudes...

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